En nuestro país, donde las inclinaciones culturales son
de por sí muy escasas entre el grueso de la población, quizás una de las ramas
del arte que menos seguidores posee sea la ópera, esa combinación de
instrumentos, voces humanas y artes escénicas, que para sus fans es pura magia
y placer.
Uno de mis dos abuelos, el italiano, era un fanático de
la ópera. Recién llegado a México, se dedicó un tiempo a dar clase de dicción
en su lengua a los cantantes mexicanos de ese género. Y, desde luego, nos
transmitió el gusto por el bel canto. Entre sus obras favoritas estaba Madama
Butterfly, del enorme Giacomo Puccini, justamente la que el domingo pasado
se representó en el Teatro Morelos, gracias al incansable esfuerzo de Gerardo Urbán,
director de la Orquesta Filarmónica de Toluca.
Nuestra mente asocia siempre la palabra ópera con autores
europeos: Mozart, Rossini, Verdi o Wagner, pero poco sabemos de la historia de
este género en nuestro país. Les cuento a vuelo de pájaro:
En la corte virreinal hubo interés por el género hacia
principios del siglo XVIII y, el 1º. de mayo de 1711, ante el virrey Fernando
de Alencastre Noroña y Silva, duque de Linares, se estrenó por primera vez en
América del Norte una ópera, compuesta, además, por un músico nacido en nuestro
continente: Manuel de Zumaya. Sin
embargo, sería hasta finales de ese siglo cuando el maestro de capilla de la
Catedral de Puebla, Manuel Arenzana, hiciera llegar al público obras de su
autoría, que eran de corte cómico, lo que en Europa se conocía como opera
buffa.
Hasta 1859 se estrenó en México una ópera seria, del músico
mexicano Cenobio Paniagua, aunque la crítica de su tiempo dijo de ella, y con
razón, que lo único nacional era él, pues ni el autor del libreto ni el tema,
lo eran.
Sería hasta 1871 cuando el compositor Aniceto Ortega del
Villar, estrenase la ópera Guatemotzin, que relata, con la impronta
romántica del momento, la defensa de la Gran Tenochtitlan.
Desde entonces hay una larga lista de obras de este
género compuestas por mexicanos, algunas inspiradas en personajes y hechos
históricos de nuestro país, otras, alrededor de temas diversos. Por desgracia,
muchas de ellas se han perdido por completo; otras solamente se olvidaron, pero
sus libretos y partituras están ahí, esperando ser rescatadas. Entre ellas
obras de Melesio Morales, Felipe Villanueva, Ricardo Castro y Ernesto Elorduy,
por citar algunas.
Pero hay un hecho resaltable en los últimos años: existen
en nuestro país –como en todo el mundo— mujeres que han entrado, pisando
fuerte, en las listas de compositoras del género. Entre ellas, Marcela
Rodríguez, Diana Syrse y, la autora de una ópera cuyo estreno mundial se llevó
a cabo en el Palacio de Bellas Artes en julio de este año, Lorena Orozco. La
obra, titulada Zorros chinos, es una adaptación de la pieza para teatro
de Emilio Carballido y combina con increíble belleza instrumentos y elementos
de la antigua china, con la actualísima y muy mexicana problemática del
maltrato a las mujeres dentro del hogar.
También
viene pronto un estreno muy prometedor: el 2 de octubre, en la Sala
Nezahualcóyotl de la UNAM, podremos conocer La sed de los cometas, con
música de Antonio Juan Marcos y libreto de Mónica Lavín.
Acércate
a la ópera y haz que nuestros creadores tengan público.