Mis novelas

Mis novelas
Mis novelas

viernes, enero 27, 2023

EL EXPANSIONISMO NORTEAMERICANO

-->
DE LIBROS Y OTROS PLACERES

La expectación que causó entre diversos grupos económicos y políticos (de esta o aquella ideología), la reciente visita del presidente Biden a nuestro país, nos invita a recordar que, estemos a favor o en contra de los vecinos del norte, la dependencia de México con respecto al tío Sam no es una novedad histórica, los norteamericanos han mirado siempre a nuestro país con una mezcla de desdén y deseo de posesión. Repasemos algunos momentos históricos:

A finales del siglo XVIII, tras alcanzar su independencia las trece Colonias Británicas y convertirse en los Estados Unidos de Norteamérica, la nueva nación dejó claro su régimen republicano y división territorial. Durante los primeros años de autogobierno surgió la inquietud de afianzar sus fronteras y, de ser posible, expandirlas hacia el Oeste (esa costa del Pacífico que pertenecía mayormente a la todavía Nueva España). 

Con la bonanza del comercio y la aplicación de la Constitución de 1787 fue posible lograr acuerdos diplomáticos que les sumaran territorio a su superficie original, tales como las negociaciones hechas con España, Francia e Inglaterra que, en 1803, duplicaron la República Norteamericana.

Más tarde, después de la separación de Texas del dominio mexicano (que era ya también una nueva nación, independiente de España), algunos congresistas coincidieron en que este territorio podría sumarse a los Estados Unidos, a pesar de la amenaza del gobierno mexicano de que, si los texanos se incorporaban a otro país, tomarían tal acción como una declaratoria de guerra.

A mediados del siglo XIX se reflejó en la política norteamericana una división de pensamientos: todos en favor de la democracia y la civilización de su pueblo pero que se interponía contra los comportamientos esclavistas y las diferencias sociales acarreadas desde los años en que fueron colonias. El Sur del país luchaba por la aplicación de este sistema de producción que tanto les beneficiaba en las plantaciones de algodón y otros productos que se cultivaban en esta región; a los sureños sólo les faltaba una expresión que justificara su proceder para afianzarse de más tierras las cuales significaban riqueza y autosuficiencia, así que el Suroeste les brindaba esta oportunidad.

Otras razones que sustentaron el desarrollo expansionista fueron el floreciente comercio con Asia, gracias al cual algunos negociantes crearon grandes fortunas y otros más buscaron la oportunidad de invertir en la empresa que significaba el Océano Atlántico; el aumento de la población en la primera mitad del siglo XIX generó una mayor búsqueda de tierras que en muchos casos, debido a las crisis económicas vividas a principios de siglo, se lograba en las fronteras de la Unión Americana con México, donde las propiedades eran más baratas. Además, en varios casos se permitió asentarse a colonos estadounidenses, exentándolos de impuestos, con el objetivo de avivar la urbanización de Texas, Nuevo México y Arizona.

En 1823, el presidente de los Estados Unidos, James Monroe dirigió al pueblo norteamericano un mensaje en el que se enfatizaron los planes y programas políticos que la nación proyectaría para su hegemonía en el continente, bajo el discurso de defender a los pueblos hispanoamericanos de las potencias europeas que por siglos los habían explotado y rebajado al trato de colonias. En su discurso, Monroe destacó la injerencia de los Estados Unidos en asuntos políticos de Europa, esto debido a la influencia que se había ejercido en la Revolución Francesa y la defensa del régimen republicano; combatir cualquier futura colonización que los europeos quisieran realizar en América por considerarlo atentado a la paz y la seguridad de sus pobladores, y acabar con la intromisión de extranjeros en los gobiernos del hemisferio americano. Lo anterior fue sintetizado por los políticos decimonónicos de Norteamérica con la famosa expresión “América para los americanos”. Posteriormente, los ingleses apoyaron esta resolución y, en comunicación con los Estados Unidos, pusieron a su disposición los cañones de la Marina Real Británica. También ofrecieron denunciar a cualquier potencia europea que quisiera hacer la guerra con Hispanoamérica, refiriéndose concretamente a España.

Aquel discurso dejó claro que los estadounidenses se convertirían en los vigilantes del hemisferio occidental y se interpondrían ante cualquier intento de reconquista. Cierto es que reservaron para ellos el derecho de auxiliar a los pueblos que se sintieran sometidos por otros en este lado del orbe, y que en la mayoría de los casos la ayuda se tornó en intromisión con fines expansionistas.

El expansionismo de América tuvo entonces su antecedente en la Doctrina Monroe; posteriormente adoptó como bandera la frase “Destino Manifiesto” escrita por el periodista John O´Sulivan en su artículo “Anexión” de la Revista Democratic Review: 

…el cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia para el desarrollo del gran experimento de la libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el desarrollo pleno de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino.


jueves, enero 19, 2023

LA NOVELA CORTA

-->
DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Una de las obras más célebres y fascinantes de la literatura universal es, sin duda, El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Esa pequeña novela, ilustrada por el propio autor, encierra en unas cuantas páginas profundas reflexiones acerca de las debilidades humanas y plasma de manera enternecedora la esencia de la amistad. Qué fortuna para los lectores de tantos tiempos y lugares que este librito, traducido ya a ciento ochenta lenguas, haya sido publicado por primera vez en 1943 por Gallimard, un editor que, sin duda, no padecía la enfermedad de las cifras, propias, según el narrador de la obra, de las obtusas personas mayores.  Las personas mayores aman las cifras. Cuando les hablas de un nuevo amigo, no te cuestionan jamás lo esencial. No te dicen jamás: ¿cómo es el sonido de su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Colecciona mariposas? Ellas te preguntan: ¿Cuántos años tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?

La misma buena suerte han corrido otras grandes obras imprescindibles. Algunas, porque todavía el criterio del tamaño no era impedimento, en su tiempo, para publicarlas. Tal es el caso de las primeras novelas breves, género surgido en Italia y considerado el inicio de la novelística italiana, que fue llevado luego al castellano por Lope de Vega y por Miguel de Cervantes, con sus Novelas ejemplares. Se caracterizaba por el realismo de algunas situaciones, el predominio de la aventura sobre la psicología, ciertos paralelismos en los episodios y conflictos amorosos trágicos. 

Maduró así, durante el siglo XVI, este género que hoy conocemos como novela corta, es decir, una narración en prosa de menor extensión que una novela y con menos desarrollo de los personajes y la trama, aunque sin la economía de recursos narrativos propia del cuento. En algunos lugares es más frecuente el empleo, para designar este subgénero narrativo, del galicismo nouvelle. Su antecedente es el relato corto medieval y tiene estrechas semejanzas con lo que la literatura inglesa denomina long short story. Julio Cortázar la define como un «género a caballo entre el cuento y la novela».

A pesar de la importancia de la novela corta, de su eficacia para atrapar el interés de los lectores y del alto grado de calidad que muchas de estas obras han alcanzado a través de la historia de la literatura, no faltan editores (pseudo-editores debiera llamarlos), inmersos en el reino de la mercadotecnia y guiados por el espíritu de “personas mayores”, incapaces de encontrar lo esencial, que rechazan en automático cualquier obra que no alcance las cien o doscientas cuartillas, bajo el absurdo y rebatible argumento de que eso no es un libro. 

¿Dónde habrían quedado, si este criterio fuese válido, las obras que acabamos de mencionar, o tantas otras novelas impecables que han deleitado a miles, millones de lectores en tiempos más cercanos? ¿Qué sería de El perseguidor de Julio Cortázar, Los cachorros de Mario Vargas Llosa, El perjurio de la nieve de Adolfo Bioy Casares, El pozo de Juan Carlos Onetti y El fantasma de Canterville de Oscar Wilde

Nos habríamos perdido de La amortajada de la chilena María Luisa Bombay, de El apando de José Revueltas, de Aura, de Carlos Fuentes y aun de la que puede considerarse, quizás, la más grande novela mexicana del siglo XX: Pedro Páramo, de Juan Rulfo.

El mundo no conocería a Alessandro Baricco, gracias a su espléndida obra Seda; se habrían quedado inéditas obras de Antonio Tabucchi, de Ignacio Solares y de muchos otros grandes de la pluma.

Colegas escritores: no dejemos que tales editores, oscuros personajes, a quienes el poder de decidir qué obras verán la luz y cuáles no, ha convertido en verdaderos villanos, en dictadores prepotentes, impidamos que priven a los lectores de estas delicias literarias, exquisitos bocadillos de las letras. Amigos lectores: compren y disfruten esos pequeños gigantes de la literatura universal.


jueves, enero 12, 2023

ANTONIO LÓPEZ DE SANTA ANNA

-->
DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Hablando de dictadores, traje hace poco a este espacio a los Bonaparte, tío y sobrino, poderosos de Francia. Pues bien, la influencia napoleónica no dejó fuera a nuestro país y aquí, en el siglo XIX, tuvimos a un “Napoleón tropical”, el controvertido Antonio López de Santa Anna, villano favorito de la historia y, sin duda, un personaje que en nada ayudó al desarrollo de la naciente República Mexicana, quien se inspiraba en Napoleón Bonaparte hasta en la pose y el caminar.

Vino al mundo este señor cuando nuestro país era todavía una colonia española, en el puerto de Veracruz. Se enlistó en el ejército realista siendo muy joven, para pelear contra los insurgentes en la última fase de la Guerra de Independencia. Junto con Iturbide, se cambió de bando para formar parte de la élite gobernante desde los albores del México independiente.

Buen militar, valiente, carismático y astuto, pronto ganó terreno en el ámbito político-militar de la época.

En mi libro “Metepec, capital del Estado de México en 1848”, hablo de él así:

…un personaje sinigual en nuestra historia: Antonio López de Santa Anna, encarnación, causa y efecto del caos que prevaleció en una nación que intentaba no naufragar cuando apenas había soltado amarras.

Mucho se ha escrito sobre este hombre singular. Pero, como apunta Enrique Krauze en “Siglo de caudillos”, nadie lo ha descrito mejor que un perspicaz conocedor de las personas, Lorenzo de Zavala:

Es alto y delgado de cuerpo, sus ojos negros y en extremo vivos. Su nariz perfecta, no tanto su boca… El alma de general no le cabe en el cuerpo. Vive en perpetua agitación, se deja arrastrar por el deseo irresistible de adquirir gloria. Él calcula el valor de sus sobresalientes cualidades. Se enoja con el atrevido que le negó renombre inmortal… Podría decirse que su valor toca los ápices de la temeridad… Arroja miradas de indignación sobre el campo que ocupa. Alienta a los soldados con la tierna súplica de un amigo. Se enfurece en la derrota, después se abandona a la pusilanimidad sin cobardía. Ignora la estrategia… Si llega a convencerse de que la guerra se hace por principios, y de que la ciencia es necesaria para matar miles o centenares de miles de hombres, entonces vendrá a obtener un lugar entre los generales de superior fama. 

Este hombre que la marquesa Calderón de la Barca comparó con un comediante de opereta, quien no tenía, como dice Armando Fuentes Aguirre, Catón, en su libro “Santa Anna, ese espléndido bribón”, una ideología propia, pues lo único en que él creía era en Santa Anna, fue un elemento que agravó la problemática nacional de esa convulsa primera mitad del siglo XIX, en que México sufría, internamente, la disputa entre liberales y conservadores y, en el ámbito internacional, la ambición del vecino del norte y la mirada también acechante de las potencias europeas, especialmente Francia. Sin ningún escrúpulo se pasaba de uno a otro bando, según su conveniencia personal, exacerbando las hostilidades.

A esta auto-cita, quiero agregar hoy lo que dice el historiador Rafael M. Muñoz en el libro “Santa Anna, el dictador resplandeciente”, publicado por el FCE, acerca del comienzo de la sexta ocasión en que este hombre fue presidente de México, en 1847:

Las asambleas departamentales de Jalisco, Guanajuato, San Luis y Aguascalientes, se indignan por la elección, sosteniendo que primero debe convocarse a un nuevo congreso. Santa Anna se encoge de hombros y ejerce la dictadura militar en forma absoluta pues no solamente hace desaparecer los principios radicales del federalismo sino hasta las apariencias de legalidad, al destruir la constitución. 

[…] Su conducta es enteramente desprovista de sentido común. Legisla a su antojo, sin plan ni método. Cada disposición suya remueve algún odio o provoca otro nuevo. Cesa a todos los empleados que no se hayan adherido al plan de Jalisco y las Bases de Tacubaya, manda realizar una leva de quince mil hombres sin distinción de personas.

[…] Se acaba el dinero del Gobierno. Los empleados abandonan las oficinas para buscar el sustento en otro trabajo, los jueces se dedican a vender la justicia. Y Santa Anna selecciona mil doscientos hombres para formar una guardia de granaderos, que uniforma a todo lujo, con paño fino, correas de charol y gorros de medio metro de alto, forrados con piel de oso.

[…] Es un desequilibrado, pero genial. Con la misma cabeza piensa y con la misma mano firma errores y aciertos.

De todo esto hace casi dos siglos, amigos, pero ¿no les suena terriblemente actual?


sábado, enero 07, 2023

PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO 2023

-->
DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Los humanos requerimos medirlo todo: estatura, talla, patrimonio, distancias pero especialmente, el mayor de nuestros retos: el tiempo. Esa misteriosa sombra que acecha nuestra existencia, con la que estamos siempre en una guerra desigual. Nuestro paso por esta vida es una eterna lucha contra el tiempo: queremos vencer su espada de Democles para evitar que nos gane las batallas grandes y pequeñas. En las menores, tratamos de alargar los momentos de gozo, diversión, felicidad y de minimizar aquellos que nos son adversos. Maximizar el tiempo en que somos exitosos, hacer más pequeños los tiempos de espera. Luchamos también con fuerza contra las batallas mayores: la de la huella que los años dejan sobre nuestros cuerpos y espíritus; la certeza de que nuestros seres amados no estarán con nosotros por siempre. Y la más grande de las batallas, el Waterloo de todos: nuestro tiempo en este mundo.

Esa medida pone ante nosotros finales y comienzos, como el que se nos presenta: apenas terminó el año 2022 y estamos en el comienzo de 2023. Es momento de realizar balances y formular deseos y propósitos.

En lo individual, me siento satisfecha con mi vida durante el año que terminó; pero como miembro de la sociedad lo considero un muy mal año: en nuestro país, la división, la violencia, la pobreza y la enfermedad, crecieron alarmantemente. En el mundo, también. Deseo de corazón que en 2023 termine la guerra en Ucrania y no surja un nuevo conflicto. Que menos, mucho menos personas se vean obligadas a desplazarse huyendo de la persecución o el hambre. Que aquí, en mi amado México, se calmen las aguas políticas y sociales. Que se detenga la violencia, en especial contra las mujeres. Que los políticos dejen de ver solamente por sus intereses personales y su enfermiza sed de poder. Que las elecciones en nuestro estado se lleven a cabo justa, honesta y democráticamente. Que los empresarios puedan y quieran crear fuentes de empleo. Que los jóvenes tengan sueños y los sigan. Que los niños tengan salud, educación y esparcimiento. En resumen, que nos acerquemos un poco a la utopía que siempre parece inalcanzable y nos alejemos del caos que nos envuelve cada vez más.

¿Y mis metas profesionales para este 2023? Se las comparto:

Terminar la novela que estoy escribiendo.

Reeditar dos de mis novelas que ahora están agotadas.

Ver circulando mi primera traducción.

Continuar presente en este medio, mi entrañable Mexiquense radio.


Soñar...

Mi mayor placer es soñar. Soñar dormida y más, despierta. Dejar volar la imaginación y tratar de convertir esos sueños en palabras.

EL NIÑO BENITO JUÁREZ

--> DE LIBROS Y OTROS PLACERES Un personaje que no debemos olvidar, por su importantísimo legado a la formación de este país, es...