Mis novelas

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martes, enero 26, 2021

LA SOMBRA DEL CAUDILLO

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

En mi humilde opinión, una de las mejores novelas que se ha escrito en este país es La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán, obra que reúne una impecable técnica literaria y narra la realidad de nuestro país en los primeros años post revolucionarios, realidad, por desgracia, que poco o nada ha cambiado en cuanto a las prácticas políticas.

El autor, Martín Luis Guzmán, nació en Chihuahua, en 1887. Era hijo de un militar y estudió la carrera de leyes. Estos tres datos nos dan idea de su conocimiento directo tanto del perfil de los oficiales de un ejército, como de los recovecos de que se valen los políticos y, por su lugar y fecha de nacimiento, de la cercanía que tuvo con célebres caudillos, a los que describió a detalle en su obra El águila y la serpiente. Debido a tal proximidad pudo no solamente conocerlos, sino dejarse deslumbrar en momentos por sus prometedores discursos para desencantarse después al comprobar que las acciones no correspondían a lo esperado. Estuvo así –como sucede a menudo a gente de ideas e ideales—pasando de creer en un líder y otro, para decepcionarse después y buscar una nueva encarnación de sus anhelos de justicia; por ello, se vio obligado a exiliarse en dos ocasiones.

Fue durante los años de exilio en España (1924-1936) cuando escribió la soberbia novela en cuestión, y lo hizo al enterarse del salvaje homicidio del general Francisco Serrano, en Huitzilac, ordenado por Álvaro Obregón, “el caudillo” de la obra, en la que, con distintos nombres, aparecen los actores políticos del momento y el autor se disfraza de Axcaná González quien, con los tintes de tragedia griega que subyacen a lo largo de toda la narración, hace el papel de corifeo, el que explica a los otros personajes y al lector, las incomprensibles prácticas de los políticos.

Uno de los aspectos técnicos más geniales de La sombra del caudillo son los contrastes magistralmente logrados: en todo momento la luminosidad –casi siempre del paisaje o de las miradas—queda opacada por lo oscuro de los hechos. La presencia inmutable de los volcanes que flanquean la Ciudad de México contrasta con el movimiento de los personajes a bordo de sus autos: el Cadillac del protagonista Aguirre o el Packard de su victimario.

Comparto algunas frases lapidarias de la novela:

Aguirre hablaba envolviendo sus frases en el levísimo tono de despego que distingue al punto, en México, a los hombres públicos de significación propia. (p.11)

…el aspecto exterior del general nada le dijo. Era el de tantos otros soldados de la Revolución, convertidos, como por magia, en gobernadores o ministros: analfabetos, con patente de incultura, en los cargos públicos de responsabilidades más altas. (p.61)

--Fíjate bien –decía Mijares a Axcaná—; fíjate en la sonrisa de “las gentes decentes”. Les falta a tal punto el sentido de la ciudadanía, que ni siquiera descubren que es culpa suya, no nuestra, lo que hace que la política mexicana sea lo que es. Dudo qué será mayor, si su tontería o su pusilanimidad. (p.70)

Pues iremos a la lucha; que, al fin y al cabo, en política, en México, todos pierden. (p.105)

Nos consta a nosotros que en México el sufragio no existe: existe la disputa violenta de los grupos que ambicionan el poder, apoyados a veces por la simpatía pública. Ésa es la verdadera Constitución Mexicana; lo demás, pura farsa. (p.142)

“La política mexicana no conjuga más que un verbo: madrugar”. (p.153)

¿Algo ha cambiado? Yo, lo dudo.

martes, enero 19, 2021

LAS CABAÑUELAS

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Predecir el futuro ha sido siempre uno de los más grandes anhelos de la humanidad. Por simple curiosidad, movidos por cuestionamientos filosóficos y religiosos o, desde el punto de vista práctico, para enfocar correctamente acciones y esfuerzos. Una de las ambiciones primigenias a través de la historia consiste en el justificado deseo de predecir el clima. Desde que el hombre se descubrió capaz de cultivar plantas y obtener así su alimento, surgió en él la necesidad de saber cuándo y cómo las fuerzas de la Naturaleza trabajarían en su favor o en su contra.

De una de las culturas más antiguas, Babilonia, hemos heredado una técnica para tal fin. Se celebraba allá la "Fiesta de las Suertes" o Zamuk, en el ceremonial de Akitu del Año Nuevo Babilónico, en la que se predecía el tiempo para cada uno de los doce meses del año. Hay quien dice que de ello se deriva también el Sukot o Fiesta de los Tabernáculos de la tradición judía.

Pasando de una cultura a otra, esta tradición llegó, a través de los moros, al sur de España, donde adquirió el nombre de “Cabañuelas”. Fueron precisamente los conquistadores de la península los que nos enseñaron a observar el clima de los primeros doce días del año –las Cabañuelas “de ida”—que corresponderán a los doce meses del año, y la segunda docena, es decir, del día 13 al 24 de enero –las Cabañuelas “de retorno”—, cuyo clima se aplicará contando los meses del año hacia atrás.

No en todos los puntos de la Tierra se utilizan los mismos días para realizar el pronóstico (en España el vaticinio se hace en el mes de agosto, los hindúes lo hacen a mitad de invierno), tampoco se ha hecho de la misma manera con el transcurrir de los tiempos. Asimismo, el ámbito de aplicación de un determinado método es pequeño, no extendiéndose más allá de unos 80 kilómetros.

Desde luego que este método es desechado por los científicos. Hoy, con las señales de los satélites, sabemos hasta cómo vestir día a día. Sin embargo, los agricultores toman muy en cuenta las Cabañuelas para sembrar y estar al pendiente de sequías y tormentas que pudiesen arruinar sus sembradíos.

Como quiera, siendo Metepec un sitio de arraigada tradición agrícola –tanto que San Isidro es la principal devoción— no estará por demás observar y anotar el clima de estos días de enero y, a fin de año, amigos, podremos concluir quién fue más certera: la tradición o la ciencia. 

miércoles, enero 06, 2021

MACUNAÍMA

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Una novela que se considera pilar de las letras brasileñas, así como fundamental en la literatura latinoamericana, es Macunaíma, de Mario de Andrade. Poco difundida en español, esta obra es una joya de la narrativa escrita en nuestro continente durante el siglo XX.

Mario de Andrade, nació en Sao Paolo hacia finales del siglo XIX, misma ciudad en la que fallecería en 1945, a los 51 años de edad. Perteneció al llamado grupo de los cinco, fundadores del modernismo en su país.

Macunaíma es su creación representativa. El título es también el nombre del protagonista, un anti héroe inspirado en un viejo mito de los indios Taulipang y Arecuná. Él encarna al hombre del Brasil moderno, producto del crisol de razas y culturas de aquella nación: la indígena, la africana y la europea. El neo indigenismo al que pertenece este relato se aparta de aquel indigenismo romántico del siglo anterior, cercano al “buen salvaje” de Rousseau. Aquí, tanto Macunaíma como sus hermanos y otros personajes de la obra, están hechos también de los grandes defectos que se adjudicaban a los aborígenes y a los esclavos negros durante la colonia: son flojos, tramposos y sumamente sensuales.

La prosa de Andrade tiene una musicalidad asombrosa, no en balde llamó él a su obra “rapsodia” en vez de novela. En ella incorpora un sinnúmero de localismos que la convierten en un reto enorme para el lector.

Se trata de lo que llamamos una “novela total”, un libro ambicioso en que el autor pretendió plasmar todo lo que comprendía su idea de Brasil: paisajes, leyendas, animales, plantas, platillos, celebraciones. Asimismo, es un grito de independencia de todo lo europeo: con ella Mario de Andrade parece gritar a los portugueses: han sido nuestros amos y nos queda, sólo en parte, su cultura… pero somos otra nación, otra raza, vivimos y pensamos de otra manera.

Para mayor claridad, acerquémonos a Macunaíma. Comparto el inicio de esta singular y fascinante narración:

En las puras honduras de la Selva-Espesa nace Macunaíma, el héroe de los nuestros. Es azul de tan negro e hijo del miedo de la noche. Hubo un momento en que el silencio era tan intenso escuchando el cuchicheo del río Urarioera, que la india tapañumas dio a luz a una criatura fea. Y ese crío fue lo que llamarían después Macunaíma.

Ya en la niñez hizo cosas que requeteasustaban. En primera se pasó seis años sin decir ni pío. Si lo sonsacaban a hablar, exclamaba:

--¡Ay! ¡Qué flojera!...

Y sanseacabó. Se la pasaba papando moscas en un rincón del arrachado de chozas, trepado en un tapanco de palma de palapa, mirujeando el trabajo de los demás y sobre todo a los dos manos que tenía, Maanape ya viejito y Yigué en plenas fuerzas de hombre. La diversión suya era desceparle la cabeza a las hormigas tambochas. Vivía echadote, pero si olía a dinero, Macunaíma andaba a tatas pa ganarse un mango. Y también se avivaba cuando la familia iba a bañarse al río todos desnudos y juntos. Sus baños eran sólo zambullidas y las mujeres bullían con gritos cascabaleros por culpa de las jaibas dizque allegadas a las aguas dulces de por allá.

Con esa original descripción comienza, amigos, la originalísima obra de Mario de Andrade; un reto para los lectores que se atrevan a entrar a la selva brasileña…

  

Soñar...

Mi mayor placer es soñar. Soñar dormida y más, despierta. Dejar volar la imaginación y tratar de convertir esos sueños en palabras.

EL NIÑO BENITO JUÁREZ

--> DE LIBROS Y OTROS PLACERES Un personaje que no debemos olvidar, por su importantísimo legado a la formación de este país, es...