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jueves, noviembre 17, 2022

JULIO CÉSAR, EL MODELO DE LOS DICTADORES

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Está de moda hablar de dictadores: de los que en este tiempo lo son, sin tapujos, de los que desean serlo y de los que lo parecen… Sin embargo, nada tiene de moderna esta forma de gobierno, que el diccionario de la RAE define como: Régimen político que, por la fuerza o violencia, concentra todo el poder en una persona o en un grupo u organización y reprime los derechos humanos y las libertades individuales.

Dicha forma de gobierno surgió en el siglo VI antes de nuestra era, en la antigua Roma, como una magistratura extraordinaria ejercida temporalmente con poderes excepcionales, ante una situación de emergencia. El primer dictador registrado por la historia fue Tito Larcio, nombrado para hacer frente a los latinos y sabinos que amenazaban al estado romano y habían secuestrado a las mujeres durante una fiesta… vaya que era una situación de emergencia.

Y en este argumento de la emergencia política y social se han apoyado muchos de los dictadores de la historia moderna; lo temporal lo hacen tan largo como pueden.

Pero volvamos a Roma, es decir, al punto de partida y, en especial al dictador más famoso de la historia, el modelo de todos los que han tomado el poder bajo esa forma y, también, de todos los que, en tiempos más cercanos, se han soñado y se sueñan ejerciendo un poder sin freno.

Gayo Julio César nació en el año 100 a.C., en el mes de Quintilis, que después se llamaría mes de julio en su honor, al seno de una familia patricia pero, como diríamos por aquí, venidos a menos en cuestión económica.

Desde niño mostró las cualidades innatas que, desarrolladas al máximo gracias a su afición por el estudio de todas las ramas del conocimiento y a su don para aprovechar las oportunidades y salir de los problemas, lo convertirían en un ícono de la historia de la humanidad. Entre sus habilidades más notables estaban el don de la palabra (era un orador fascinante) y la facilidad para concebir estrategias.

Uno de los personajes fundamentales para el ascenso de Julio César fue su tío Gayo Mario, un reconocido militar y político, que se convertiría en el líder de los populares, facción cercana a los plebeyos, misma que confrontaría a los optimates, a la que pertenecía la élite de patricios y senadores.

Aunque en la primera guerra civil vencieron los segundos, y esto causó que Julio César tuviera que exiliarse, también le produjo un importante capital político pues heredaría el liderazgo de las mayorías. Este liderazgo se formalizó al volver a Roma y heredar, de otro importante tío, el título de pontífice máximo en el Colegio de Pontífices.

Desde entonces su ascenso fue vertiginoso. Como militar, obtuvo grandes victorias; como administrador al frente del gobierno de Hispania enriqueció al erario público y, de paso, se hizo de una gran fortuna, indispensable para seguir su carrera política.

Como al interior del Senado seguían existiendo grandes diferencias, César comprendió que era necesaria una alianza entre poderosos y la materializó al unirse con Craso y Pompeyo, fundando el primer triunvirato. Pero tuvo la inteligencia para quedarse en Roma mientras Craso hacía la guerra en Siria (donde murió) y Pompeyo ejercía el consulado en Hispania.

Con su enorme capacidad estratégica, César consiguió que más de un senador le debiese favores y, así, hizo que su protegido Publio Vatinio propusiera una ley por la que se le concedían, en calidad de Procónsul, tres legiones, las provincias de las Galias cisalpina y transpadana y la Iliria. Acumuló así suficiente riqueza y poder para el siguiente paso (para el que, por cierto, hizo toda la pantomima de no estar muy interesado): que el senado lo nombrara dictador y le permitiese reunir en sus manos todo el poder gubernamental. El senado se supeditaba a sus decisiones, convirtiéndose en una asamblea consultiva a la que podía escuchar o desestimar. Y, para completar su dominio total, los funcionarios públicos fueron obligados a prestar el juramento de no oponerse jamás a medida alguna emanada de él.

¿Se inspiraría en los faraones que había visto en Egipto, al lado de la también talentosísima Cleopatra? Quizás. Así lo narro en mi novela Volver a Roma, cuyo tema es, precisamente, una mirada interior a los dictadores. Te invito a leerla.

Porque todos los que han ejercido el poder dictatorial (abierta o veladamente) se han inspirado en este famoso romano que escribió mucho, legándonos un gran conocimiento y frases inolvidables y eternas, a veces espeluznantes como éstas: 

Al final, es imposible no convertirse en lo que los demás creen que eres.

El César debe ser una bestia sin corazón.


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