Situado en el
Noroeste del municipio de Metepec, San Salvador Tizatlalli es uno de los
pueblos de origen ancestral que conforman el territorio de lo que fuera,
durante la Colonia, la doctrina de Metepec. En su nombre se integran el de su
Santo patrono: San Salvador (que se refiere a Jesucristo, Salvador del mundo) y
la voz náhuatl Tizatlalli, tierra de
tiza, la piedra que al quemarse se hace blanca, conocida como cal. Era este un material indispensable en la antigüedad;
recordemos que toda construcción colonial se “encalaba”, para mejorar su
resistencia y por motivos estéticos.
También se utilizaba la cal en la medicina y para la preparación de
algunos alimentos.
La
comunidad de San Salvador no quedó oficialmente sujeta a Metepec sino hasta
1616, bajo el nombre de La Transfiguración y con la calidad de “estancia”, es
decir, tenía menor rango que los barrios y la cabecera. Sin embargo, el haber
dedicado su capilla a Jesús transfigurado, pasaje que marca el momento más
glorioso de la historia del Mesías, cuando se revela a los apóstoles favoritos
como ser sobrenatural, nos da indicio de la importancia que le daban los
evangelizadores a este sitio.
La
fiesta principal del pueblo es el 6 de agosto, con motivo de la Transfiguración
de Jesús. También reviste gran importancia la celebración del Santo Jubileo,
que se lleva a cabo en marzo. La comunidad, fiel a su vocación agrícola, se une
asimismo a las festividades de San Isidro Labrador.
La
iglesia, de sencilla belleza e interiores neoclásicos, data probablemente del
siglo XVII. Ha sufrido diversas reconstrucciones y transformaciones, no todas
afortunadas. Está dedicada, como hemos dicho, a San Salvador. La imagen
principal es un Cristo crucificado, llamado por el pueblo “Cristo de chalmita”.
El
mote tradicional con que se conoce a los habitantes de San Salvador Tizatlalli
es “los sacacuanos”, debido a la gran cantidad de pájaros con el mismo nombre,
que solían vivir en la zona, atraídos por el agua de las múltiples zanjas del
lugar, así como por el maíz de las milpas.
Hoy
limitados por grandes avenidas como Las Torres, Avenida Tecnológico, Avenida
Estado de México, los terrenos agrícolas de San Salvador –muchos de ellos
todavía bajo el régimen ejidal— son cada día menos y este pueblo tradicional se
llena día a día de condominios horizontales, comercios, restaurantes y
escuelas. Sin embargo, quedan aún entre sus habitantes familias dedicadas a la
agricultura, principalmente de maíz, quienes conservan tradiciones como la
elaboración de retablos de semilla propios de las festividades de San Isidro
Labrador, los altares de muertos con sus respectivos caminos de pétalos de
cempazúchil para guiar a las ánimas, y desde luego, los preparativos para la
fiesta de su santo patrono, San Salvador.
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