Mis novelas

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martes, mayo 04, 2021

MUSSOLINI Y CLARA PETACCI

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Últimamente, a raíz de la proliferación de líderes populistas o neo-populistas en varios rincones del mundo, ha vuelto a hablarse de Benito Mussolini, el dictador italiano que es inspiración para muchos de estos políticos y constituye uno de los villanos favoritos de la historia moderna.

Mussolini se hizo del poder gracias a un ingenioso golpe de estado sin balas, la célebre Marcha sobre Roma, a donde llegó apoyado por una muchedumbre compuesta principalmente de obreros para exigir al rey que lo nombrase Primer Ministro y aceptara su plan de gobierno que incluía varias reformas populistas (muchas de ellas positivas, hay que decirlo).

En una Italia recién unificada como país, que había sufrido la Primera Guerra Mundial cuando apenas intentaba consolidarse, y donde reinaba un soberano débil, la figura fuerte de aquel líder obrero, que aglutinaba a las mayorías empobrecidas, obtuvo el apoyo con relativa facilidad. Su influjo se notó de inmediato: el país dejó de sufrir constantes huelgas y manifestaciones y la economía se proyectó hacia arriba. También los ánimos, gracias a su propaganda que ensalzaba la historia y las cualidades de su pueblo. Sin embargo, como todo dictador, cometió, de forma creciente, un sinnúmero de injusticias y abusos de poder. Lo más negro de El Duque (Il Duce) como se le conocía en su tiempo, fue haberse aliado con la Alemania de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, quedando ligado, para la posteridad, a uno de los peores genocidas de la historia.

Pero hay en la biografía de Mussolini una joven cuyo trágico fin la convirtió en personaje romántico: Clara Petacci, la amante que eligió morir con él antes que abandonarlo, precisamente un 28 de abril de 1945 en el pueblo de Dongo, cerca del lago Como. Intentaban huir juntos a Suiza cuando fueron descubiertos por unos partisanos. Los aprehendieron y los mantuvieron prisioneros en una villa a las afueras de aquel poblado. Al otro día los hicieron caminar por una vereda para ejecutarlos. Al ver que les dispararían, Claretta intentó proteger a su amado y recibió los primeros tiros. Luego el cuerpo sin vida de Benito cayó sobre el de ella. Tras este novelesco fin, ambos cadáveres fueron groseramente ultrajados y exhibidos en la Plaza Loreto de Milán.

En busca del lado humano de tales personajes, realicé, hace pocos años, una investigación bibliográfica y de campo; entrelacé su historia con la de otros personajes ligados a la ambición de poder absoluto y a la ciudad de Roma, para escribir la novela Volver a Roma, publicada en México bajo el sello Textofilia y en España por Editorial Adarve. Comparto un pequeño fragmento, narrado en voz del partisano que los custodiaba en la Villa María:

Pasé las horas que restaban a esa noche, la más larga de mi vida, escuchando la conversación entre Mussolini y Clara, que tampoco durmieron más de dos o tres horas. Él se disculpaba sin parar por haberle arruinado la vida; la voz se le cortaba. Basta, Ben mío, tú no me arruinaste nada, le diste sentido a mi vida, cambiaste lo que pudo haber sido una existencia burguesa, sin pena ni gloria, en el privilegio de entregar mi alma, mi juventud, a un hombre de los que la historia cuenta con los dedos de una mano. Esperemos la salida del sol abrazados en la cama. No creo que salga el sol, será otro día gris frente a este lago funesto, afirmó él. 

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Soñar...

Mi mayor placer es soñar. Soñar dormida y más, despierta. Dejar volar la imaginación y tratar de convertir esos sueños en palabras.

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