Mis novelas

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martes, julio 13, 2021

EL BIKINI

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Cuando yo era niña (hace más de medio siglo), tuve la suerte de convivir con una tía bisabuela; imagínense, alguien nacida en el siglo XIX y que había sido joven durante el porfiriato. Se llamaba Esperanza. Perita, como le llamábamos, acompañó a sus padres diplomáticos a la coronación del rey inglés Jorge V, el nieto de la reina Victoria, en 1910. Podrán suponer que conversar con ella era, además de fascinante, una especie de viaje en la máquina del tiempo.

Una de las anécdotas favoritas de la tía Esperanza se refería a los trajes de baño. Contaba que en una ocasión, nadando en el lago de Chapala, perdió las medias de lana del traje de baño –que era una bata suelta que cubría hasta las rodillas— y, ante tal accidente, no podía salir del agua para no exhibir sus pantorrillas desnudas. Así que tuvo que permanecer a flote un buen rato, hasta que su hermana entendió el problema e hizo cerrar los ojos a los parientes masculinos que estaban en la playa.

Les cuento esta historia para hablar de la evolución de las prendas de baño. Apenas dos años después de la elegante coronación del monarca inglés, un fabricante de lana de Portland (Carl Jantzen) comenzó a comercializar una pieza sin mangas para natación femenina que dejaba brazos y piernas desnudos. Toda una innovación de cara a los Juegos Olímpicos de 1912 de Estocolmo.

La revolución de la moda que siguió a la gran guerra europea no omitió al traje de baño femenino, que pronto dejó atrás la lana para adoptar las fibras sintéticas y, a poco del final de la Segunda Guerra Mundial, en 1946, lanzaba al mundo el hoy infaltable bikini, curiosamente, creación de un ingeniero francés, Louis Réard, quien lo bautizó así en honor de las pruebas nucleares que se llevaban a cabo en el atolón Bikini en las Islas Marshall del Pacífico y, según explicaba, estaba seguro de que sería terriblemente explosivo, pues contaba con apenas 76 centímetros de tela.

Réard no se equivocó: el debut del bikini fue tan exitoso que Micheline Bernardini, la bailarina que lo modeló por primera vez, recibió aproximadamente 50.000 cartas de admiradores.

La tía Perita, que llegó a cumplir 100 años, sobrevivió todavía un cuarto de siglo al lanzamiento de la escandalosa prenda, pero ella, que alguna vez tuvo que hacer gala de su condición física en Chapala, no se escandalizaba fácilmente. Quizás, si hubiera llevado menos años encima, hasta habría usado un bikini.

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