Mis novelas

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miércoles, diciembre 15, 2021

ABDULRAZAK GURNAK

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Una grata sorpresa ha resultado, este año, la decisión de la Academia Sueca en cuanto al otorgamiento del máximo galardón de las letras a Abdulrazak Gurnah, un escritor británico, aunque nacido en Zanzíbar en 1948, del que poco o nada habíamos escuchado en el mundo de habla hispana. La academia ha destacado "su penetración intransigente y compasiva de los efectos del colonialismo y del destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes".

Autor de novelas en inglés, sus obras más famosas son Paradise (1994), En la orilla (2001) y Desertion (2005). Sus investigaciones se centran en el postcolonialismo, así como el colonialismo especialmente relacionado con África, el Caribe e India.

Con esta distinción yo, como muchos de mis colegas, recupero la confianza en ese tribunal que había dado, en los últimos años, mucho de qué hablar.

Otorgar un reconocimiento a la trayectoria es, sin duda, un acto de justicia siempre aplaudido. Si bien alguien que dedica su vida a una tarea, a una pasión, no lo hace en busca de premios y galardones, no dejan de resultar una deliciosa golosina que se agradece y constituye una motivación para seguir adelante.

En cuanto nos enteramos del premio a este autor, anunciado hace un par de meses, quienes habitamos el mundo de los libros corrimos a enterarnos de su vida, su obra y a tratar de obtener algún ejemplar de la misma. Fue difícil porque solo tres de sus obras habían sido traducidas al español y estaban totalmente agotadas.

Pero por fortuna ya se reeditó Paraíso, la cuarta de sus 10 novelas, considerada su obra maestra y que se desarrolló a partir de un viaje de investigación a África Oriental, alrededor de 1990; es un relato sobre la mayoría de edad y una triste historia de amor en la que se estrellan diferentes mundos y sistemas de creencias.

Del primer capítulo, comparto este fragmento:

En aquella época vio a dos europeos en el andén. Eran los primeros que veía en su vida, pero aun así no se asustó, por lo menos al principio. Iba a menudo a la estación para ver la entrada de los trenes, estruendosos y llenos de gracia, y luego esperaba hasta que volvían a ponerse en movimiento bajo las órdenes que el ceñudo guardavía indio impartía valiéndose de un banderín y un silbato. En ocasiones, Yusuf esperaba durante horas la llegada de un tren. Los dos europeos también esperaban, de pie bajo un toldo, con el equipaje y otros enseres voluminosos apilados con esmero a corta distancia. El hombre era corpulento, y tan alto que tenía que agachar la cabeza para no tocar el toldo bajo el cual se protegía del sol. La mujer, cuyo resplandeciente rostro aparecía parcialmente oscurecido por dos sombreros, estaba un poco detrás de él, en la sombra. Llevaba una blusa blanca con volantes abotonada en el cuello y las muñecas y una falda larga que le rozaba los zapatos. También era grande y alta, pero de manera diferente. Mientras ella daba la impresión de estar hecha de alguna materia maleable, como si fuese susceptible de adquirir otra forma, él parecía haber sido tallado de un solo trozo de madera.

A causa de la pandemia, la entrega del Nobel no se realizó el 10 de diciembre en Estocolmo, de manos del rey, sino en sendas ceremonias sencillas en el país de cada galardonado. Menos glamour, pero la misma importancia para la carrera de Abdulrazak Gurnah.

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