Mis novelas

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miércoles, diciembre 22, 2021

LOS NACIMIENTOS

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Estamos en plena temporada navideña. Las decoraciones luminosas llenan las calles, las fachadas de las casas, los escaparates de los comercios. Predominan los arbolitos, heredados de la tradición anglosajona, con sus vistosas esferas. Y los simpáticos Santa Claus, también provenientes de Europa por la vía de nuestros vecinos norteños. Pero basta con pasear un rato por las calles de Metepec, recorrer los talleres y tiendas de artesanía, asomarse por la ventana hacia el interior de los hogares, para comprobar que más nuestro, y más entrañable que todos esos vistosos motivos, es el tradicional “nacimiento”, también llamado “belén”, “pesebre” o “portal”.

Esta representación de la escena en que pastores, animales, ángeles y José y María, adoran al niño dios, recién nacido en humildísimas condiciones, es una de las costumbres más antiguas y bellas de esta temporada.

Cuenta la tradición que, en 1223, Francisco de Asís viajaba por su natal Italia predicando la sencillez, la pobreza y la fraternidad entre todas las criaturas del Señor, cubierto sólo por harapos y calzando unas rudimentarias sandalias. Era la víspera de Navidad en aquellas montañas y sorprendió a la pobre comitiva, una copiosa nevada. Por fortuna, pudieron refugiarse en la ermita de Greccio. En señal de gratitud y alabanza, a Francisco se le ocurrió representar la escena del natalicio de Jesús con un nacimiento viviente, es decir, representando él y sus hermanos a los protagonistas de la historia sagrada e incluyendo a los animales del pesebre.

Esta manera de recordar la venida del Mesías se generalizó por Italia, a veces con personas y, cada vez más, con figuras modeladas en barro o talladas en madera. La inclinación artística de los italianos, la influencia renacentista y luego la barroca, hicieron que estas figuras y la representación toda, se fuera sofisticando y se convirtiera en lo que los artistas postmodernos llaman una “instalación”, llena de creatividad y belleza.

Dos siglos más tarde, Carlos III llevó tal costumbre a España, de donde pasó, gracias a los frailes franciscanos, a las colonias de América, entre ellas a nuestro país. En Nueva España, donde resultaba tan común el uso del barro para figuras ceremoniales y ornamentales, se comenzaron a hacer bellos nacimientos en ese material, a los que se sumaron motivos regionales, como los guajolotes, nopales, magueyes y pastorcillos vestidos a la usanza mexicana.

Se adoptó también la práctica del “arrullo”, una bella costumbre que consiste en colocar la figurilla del niño Jesús en una sabanita y arrullarlo cantando villancicos y la nana “duerme y no llores”. Luego, se le da besar a cada uno de los asistentes, para posarlo al fin entre José y María. Finalmente se reparten los aguinaldos, se quiebra la piñata y se sirve la cena navideña.

Metepec, tierra de alfareros, es fiel a la tradición del nacimiento. En los hornos de sus artesanos se cuecen, año con año, cientos de figuras del llamado “misterio”, es decir, la sagrada familia junto con los animales del pesebre, amén de pastores, ovejas, ángeles y todos los personajes que la imaginación sea capaz de incluir en un nacimiento. De todo el país y aun del extranjero llegan compradores para llevar a sus casas, iglesias y lugares de trabajo dichas piezas artesanales.

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