Mis novelas

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jueves, abril 14, 2022

LECTORES LIBRES

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Siempre que convivo con jóvenes, les pregunto qué es para ellos la lectura. Porque si bien los pesimistas dicen que ya no existen los lectores entre las nuevas generaciones, yo creo lo contrario: los jóvenes leen todo el tiempo; leen la pantalla de la computadora, leen revistas, leen los subtítulos en el cine, leen los espectaculares en la calle, leen los mensajes de texto en su celular… en otras palabras, leen lo que les interesa.

No leen La Ilíada cuando los obliga su maestro, y se fusilan el reporte de algún amigo o de la Internet. Se niegan a leer por obligación. Pero por desgracia, muchos de ellos no han encontrado el mejor platillo de la lectura: el libro, este objeto que puedes traer en la bolsa, leer cinco minutos o cinco horas seguidas, en casa o en la calle, despacio o rápido, en orden o en desorden. Muchos se han perdido de esa gran experiencia que es tan satisfactoria, se los aseguro, como un romance apasionado. Así lo expresa Alberto Ruy Sánchez, un escritor mexicano: “Descubrí que leer era conocer una dimensión de la vida tan intensa como enamorarse”. Algo así, parecido al amor que implica intimidad, entendimiento y posesión, es lo que me han dicho algunos jóvenes a quienes, como decía, pregunté sobre su experiencia como lectores. Aquí algunas de sus sorprendentes respuestas:

“Prefiero un libro a una película porque lo siento mío, yo nunca digo ‘mi peli’ aunque la tenga en una cajita, pero sí pregunto por MI libro, porque mientras lo estoy leyendo, es sólo mío, sólo a mí me lleva al mundo imaginario que construimos entre él y yo”.

“Me gustan los libros porque duran más que la película, estás más tiempo en esa historia padre y la construyes como a ti te viene en mente”.

“Cuando leo me siento parte de la historia, estoy ahí, como un personaje”.

“Casi me muero cuando vi Harry Potter en el cine: era horrible y no se parecía nada al Harry Potter de mi libro”.

“Yo leo poco, sólo lo que me atrapa y me gusta mucho”, me confesó otro.

Así, las opiniones de los jóvenes no son tan diferentes a las de los escritores, esos aliens que les parecían tan distantes. 

Como miembro de la población adulta quiero pedir disculpas a los jóvenes por permitir que los vacunen contra la literatura, que los alejen de esas maravillosas experiencias, comparables al placer erótico, al obligarlos a leer lo que no va con sus intereses ni con su espíritu. Porque, les aseguro, no hay otra manera de ampliar la vida, sacarle jugo a nuestra breve y limitada estancia en este mundo que la lectura; existencia limitada por el tiempo, por el espacio, por la sociedad y los recursos.  Sólo leyendo podemos vivir varias vidas en una y eso nos hará más plenos, más felices y tan libres como es posible.

Y hablando de libertad, los invito a defender estos principios, que Daniel Pennac llamó los Derechos imprescriptibles del lector:

1.          El derecho a no leer

2.          El derecho a saltarse las páginas

3.          El derecho a no terminar un libro

4.          El derecho a releer

5.          El derecho a leer cualquier cosa

6.          El derecho al bovarismo (es decir, a tener un mundo ideal, siempre mejor a la realidad)

7.          El derecho a leer en cualquier parte

8.          El derecho a picotear

9.          El derecho a leer en voz alta

10.       El derecho a callarnos [o sea, seguir leyendo en silencio y, agrego yo, “mudarnos” por un rato a la realidad alterna a que nos invita la lectura]

 

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