Mis novelas

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jueves, octubre 20, 2022

GUADALUPE VICTORIA

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Bien cierto es que la historia suele tratar injustamente la memoria de algunos personajes. En la gesta de la Independencia nacional hay héroes a los que ahora quizá sobredimensionamos y otros, cuya participación resultó crucial en su momento, a los que apenas nombramos en estos días.

De uno de ellos quiero ocuparme esta tarde. Para poner un poco de emoción, omitiré su nombre hasta el final de este espacio, con el deseo de que ustedes, amigos, lo adivinen y se comuniquen a esta estación.

El héroe en cuestión era originario de la provincia de Nueva Vizcaya, en donde nació en 1786. Huérfano desde la infancia. Hizo estudios en el seminario, que se pagaba haciendo copias de textos de gramática latina que vendía a sus compañeros. Consiguió mudarse a la Ciudad de México e inscribirse en el Colegio de San Idelfonso para estudiar derecho civil y canónico.

Se alistó en el Ejército Insurgente en 1812, bajo las órdenes de Hermenegildo Galeana, lugarteniente de Morelos. Junto con ellos participó en el sitio de Cuautla; sobresalió durante la toma de Oaxaca, cuando nadie se atrevía a cruzar un foso, él lanzó su espada otro lado y exclamó: ¡Va mi espada en prenda, voy por ella! Luego cruzó a nado el foso y cortó la cuerda de un puente, lo que permitió la entrada de las tropas insurgentes a la ciudad.

Comandó las fuerzas insurgentes en Veracruz, donde avanzó con éxito al principio, sin embargo, tras varios reveses, se vio obligado a esconderse en la selva durante cuatro años. Salió para unirse al Ejército Trigarante pero al poco tiempo de la entrada triunfal a la capital, se enemistó con Iturbide, pues no aceptaba otra forma de gobierno que no fuese la república. Se le detuvo como conspirador, pero escapó de la cárcel para volver a ocultarse en la selva veracruzana.

¿Ya lo tienen? Voy a ayudarles un poco: tres de sus cuatro nombres de pila eran: José Miguel Ramón… aunque pasaría a la historia con un alias… sigo:

Se unió a Antonio López de Santa Anna en el plan de Casamata para derrocar al emperador Iturbide. Una vez ganada esta revuelta formó parte del triunvirato que ocupó el poder ejecutivo en el gobierno de la República, hasta que se eligiese democráticamente a un presidente.

La elección recayó precisamente en su persona: ¡Por supuesto, hablamos de José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, alias Guadalupe Victoria, primer presidente de México!

Había cambiado su nombre desde aquella, su inolvidable victoria, la toma de Oaxaca, que agradecía en buena parte a la Virgen de Guadalupe, patrona de los insurgentes.

Este hombre realizó importantes acciones de gobierno, que poco pudieron lucirse por la lastimosa situación social, política y económica en la que había quedado el país después de 11 años de guerra y la fuga de capitales españoles. Pero a él le debemos la creación de la hacienda pública y la abolición de la esclavitud, que fue declarada el 16 de septiembre de 1825, cuando celebró por primera vez el Grito de Dolores. Además, estableció el Colegio Militar, restauró la Ciudad de México, mejoró la educación, concedió amnistía a los presos políticos, estableció planes para un canal en el Istmo de Tehuantepec, abrió nuevos puertos para la navegación, comenzó la construcción del Museo Nacional, creó guarniciones en Yucatán para prevenir y contrarrestar los intentos de reconquista española. Creó la Marina Armada, lo que permitió que su mayor logro: la completa independencia de México cuando el general Miguel Barragán y el capitán Pedro Sainz de Baranda derrotaron el último bastión español en San Juan de Ulúa. En la política, sus acciones fueron conciliadoras, intentó aplicar una política que atrajera a todos, y formó su gabinete con miembros destacados de las diferentes facciones. Sin embargo, enfrentó la intolerancia religiosa ante la libertad de expresión y prensa, establecidas en la Constitución, la cual respetó escrupulosamente. Siempre honesto y bienintencionado, rechazó en dos ocasiones los intentos norteamericanos de comprar Texas, llegando a ofrecer 5 millones de dólares (y quizás una buena comisión para él).

A pesar de todo, la traición nunca dejó de acecharlo y fue derrocado por un levantamiento que encabezó su propio vicepresidente, Nicolás Bravo.

Aquejado por la epilepsia, se retiró a la fortaleza de Perote, sede entonces del Colegio Militar que él mismo había fundado. Allí murió el 21 de marzo de 1843.

1 comentario:

Benjamín Adolfo Araujo Mondragón dijo...

Fundamental lo que mencionas querida Berta; acaso solo te faltó mencionar que vivió en el Palacio de Gobierno, a donde asiló a su invitado, de gran fama ya en ese momento, pese a su juventud, José María Heredia y Heredia...
Te aplaudo y leeré tu libro...

Soñar...

Mi mayor placer es soñar. Soñar dormida y más, despierta. Dejar volar la imaginación y tratar de convertir esos sueños en palabras.

EL NIÑO BENITO JUÁREZ

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