Mis novelas

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viernes, octubre 28, 2022

VÍCTOR HUGO

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Hay personajes que parecen salir de los libros, tomar vida y volverse inmortales.  Esos, los llamados personajes emblemáticos, que todos conocemos aunque hayamos olvidado a qué obra pertenecen y quién fue su autor.

Quizás el más claro ejemplo de este fenómeno sean los caracteres creados por Shakespeare, el dramaturgo inglés universal, que concibió seres eternos como Romeo y Julieta, Otelo, Hamlet o Macbeth.

Todo autor aspira a trascender de esa manera, marcando para siempre la cultura del género humano. Son los grandes, los gigantes de la literatura.

Entre estos genios de la pluma, hoy quiero referirme a un autor francés, creador, por ejemplo, de Quasimodo, el jorobado de Nuestra Señora de París, y de Cosette, Marius y Jean Valjean, los entrañables héroes de Los Miserables.

Se trata, desde luego de Victor-Marie Hugo, conocido solamente como Víctor Hugo, un verdadero fenómeno de la creación literaria, un súper hombre de la pluma que nos legó una obra tan vasta, que se dice que un lector asiduo tardaría unos diez años en leer las obras completas de este autor, incluyendo los millares de cartas, apuntes, artículos y, desde luego, su obra dramática, poesía y novelas. A los catorce años decidió convertirse en escritor, en un gran escritor, y anotó: seré un Chateaubriand o nada. Y fue sin duda mucho más que ese modelo.

Pareciera –nos dice Mario Vargas Llosa en su libro La tentación de lo imposible— que la vida de alguien que generó toneladas de papel borroneadas de tinta fuera la de un monje laborioso y sedentario, confinado los días y los años en su escritorio… Pero no, lo extraordinario es que Víctor Hugo hizo en la vida casi tantas cosas como las que su imaginación y su palabra fantasearan, pues tuvo una de las más ricas y aventureras existencias de su tiempo.  Entre estas aventuras de que habla Vargas Llosa sobresalen desde luego los asuntos amorosos, para los que tenía una energía inacabable. Tuvo una esposa, Adèle, y una amante perenne, Juliette Drouet. Pero además de ellas, encontraba la manera de seducir diariamente a mujeres de todas edades y condiciones sociales.

La política, como podrán imaginar, fue también uno de sus campos de acción. En él pasó de ser el más ardiente bonapartista, pasión heredada por su padre que fuese general napoleónico y él mismo, en la adolescencia, paje de José Bonaparte, al más feroz detractor de Napoleón III, a quien llamó Napoleón el pequeño, en el panfleto político donde convocaba al pueblo a un levantamiento armado en contra del dictador. Desde luego, esto le costó caro: su familia fue encarcelada y él vivió en el exilio hasta la proclamación de la República.

Y también se ocupaba de política internacional. Admiraba a Benito Juárez, pero no aprobó su decisión de hacer ejecutar a Maximiliano de Habsburgo, y le dirigió una carta pidiéndole clemencia en estos términos:

Escuchadme, ciudadano presidente de la república de México. Acabáis de enterrar las monarquías bajo la democracia. Habéis demostrado vuestro poder; ahora enseñadles vuestra clemencia. Después del rayo, que vean la aurora

Sin embargo, la decisión de Juárez estaba tomada y no hizo caso a esta petición de clemencia ni a ninguna otra. Entre los hubiera quedará la otra historia posible.

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Soñar...

Mi mayor placer es soñar. Soñar dormida y más, despierta. Dejar volar la imaginación y tratar de convertir esos sueños en palabras.

EL NIÑO BENITO JUÁREZ

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