Mis novelas

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sábado, febrero 04, 2023

NICARAGUA

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Hablando de dictaduras, hay un país centroamericano que, literalmente, no ha visto la suya desde hace más de un siglo… Aunque, por desgracia, no es el único, me referiré hoy a Nicaragua, el más grande de los pequeños países de América Central, con una población de poco más de 6 millones de habitantes.

Por su abundancia de recursos naturales como el café y los metales preciosos, pero sobre todo, por haberse considerado desde tiempos coloniales como una opción para el paso de mercancías entre los dos océanos, Pacífico y Atlántico, siempre ha estado en la mira de las grandes potencias. Siendo parte del territorio de la Nueva España, se convirtió, en 1821, en parte del Imperio mexicano, del que se separó, junto con sus vecinos centroamericanos, en 1823 y, 15 años más tarde, emergió como país independiente bajo el nombre de Estado de Nicaragua. 

Pero no cesarían, por parte de las grandes potencias, los intentos de controlarlo: Inglaterra y Alemania, sucesivamente, estuvieron cerca de hacerlo una provincia más, hasta que Estados Unidos, investido de defensor de América con su doctrina Monroe, decidió ser quien tomará el timón de la pequeña y rica república, escudando su intervención en la necesidad de proteger los intereses de los ciudadanos norteamericanos que allá vivían.

Entonces apareció en escena la familia Somoza. Al frente de la Guardia Nacional, el general Anastasio Somoza, visto con beneplácito desde la embajada estadounidense, asesinó en 1934 al presidente Juan Bautista Sacasa y Sandino, tomando por asalto el poder y sumiendo al país en un régimen de brutalidad y corrupción. El dictador se convirtió en el hombre más rico de su nación y el quinto millonario del mundo. 

En 1956, en una fiesta, el poeta Rigoberto López le disparó, pero Somoza no murió al instante, sino unos días después, en un hospital en Panamá, atendido por el equipo médico del presidente de E.U., Eisenhower. 

Le sucedió su hijo mayor, Luis Somoza Debayle, y quedó al frente de la Guardia Nacional Anastasio, su otro hijo, quien finalmente llegaría al poder en 1967, debido a la mala salud de Luis.

Anastasio Somoza Debayle fue un dictador más sanguinario y corrupto que su padre. Tanto, que cayó de la gracia de Estados Unidos quien le retiró su apoyo, permitiendo que la revolución sandinista triunfara en 1979 y que, un año después, Somoza fuera asesinado en Paraguay, donde se exiliaba.

El líder de aquellos revolucionarios sandinistas, cuyo ideal era librar al pueblo nicaragüense del yugo dictatorial y brindarle una mejor calidad de vida, emancipado de la bota del Tío Sam sobre sus recursos, era Daniel Ortega, junto con otros jóvenes socialistas. El mundo veía a Nicaragua como el paraíso donde el sueño se había hecho realidad. Aunque los indicadores económicos contradecían tal utopía.

Entonces, en 1990, los sandinistas perdieron las elecciones frente a Violeta Chamorro, candidata de la Unión Nacional Opositora.  Pero Daniel Ortega ya estaba obsesionado con el poder y no descansó hasta recuperarlo en 2006, con la intención de no dejarlo nunca más.

Así, como todo dictador, hizo modificar la ley para poder reelegirse en 2011, 2016 y 2021, periodo aún vigente. Y, por supuesto, ha mantenido su posición con medidas represivas hacia sus opositores. Entre ellos cabe destacar a quien fue su compañero de lucha en la revolución y vicepresidente en los 80: Sergio Ramírez, el escritor, que ha llevado sus experiencias a la literatura en novelas premiadas como Margarita está linda la mar, en la que intercala escenas relativas a los asesinatos de los dos Somoza y habla del poeta más famoso de su país: Rubén Darío. En otra novela, Tongolele no sabía bailar, hace una crítica feroz de Daniel Ortega. Eso le valió la persecución y el exilio forzoso en el que vive, pues en su país estaría en la cárcel o muerto.

La mayor parte de la comunidad internacional ha descalificado la actuación de Daniel Ortega; no así quienes comparten ese sueño de eternizarse en el poder.


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