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viernes, julio 14, 2023

DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Es curioso que julio, el mes que transcurre, aglutine en el calendario varias celebraciones de índole política, que han marcado la historia de la humanidad. Hoy recordaremos el origen de los festejos del Día de la Independencia, que nuestros vecinos del Norte, los Estados Unidos, llevan a cabo el 4 de julio.

Fue un 4 de julio, en 1776, cuando las trece Colonias inglesas en América del Norte declararon su independencia de la Corona Británica, con la promulgación de un documento donde explicaban sus razones para esa decisión. La importancia de tal declaración trasciende las fronteras de los hoy Estados Unidos, pues se trata de la primera vez que se reconocen, en un documento, los derechos humanos fundamentales:

Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad. Que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla…

El autor principal de este histórico documento fue Thomas Jefferson, un acaudalado terrateniente y abogado de Virginia. Delegado al Congreso Continental, y miembro de la comisión redactora, fue quien elaboró el primer borrador, inspirado en las ideas de la Ilustración Francesa. Después de unos cuantos cambios a esa primera obra, firmaron el documento final los 56 delegados, representando a la totalidad de la nueva nación que emergía pujante y libre.

Pertenecían a ese Congreso, formado por hombres destacados, cansados de obedecer reglas añejas y compartir los recursos de su tierra con una Corona lejana y desinteresada, personajes como George Washington, Benjamín Franklin y John Adams.

Washington, Adams y Jefferson, en ese orden, fueron los tres primeros presidentes de los Estados Unidos.

Thomas Jefferson y John Adams estuvieron unidos por una entrañable amistad en el ámbito privado, pero en la esfera política se convirtieron en rivales, pues compitieron por la presidencia en 1800, cuando Jefferson derrotó a Adams en las elecciones, impidiendo su reelección.

A estos dos hombres que la vida hizo coincidir en un capítulo vital de la historia de su país, la muerte les llegó el mismo día, un 4 de julio de 1826, cuando se cumplían exactamente cincuenta años de la Declaración de Independencia.

Cuentan los que allí estuvieron, que las últimas palabras de Adams, a quien nadie se había atrevido a informar de la muerte de su amigo, cuatro horas antes, fueron: “Thomas Jefferson está vivo”.

 A Benjamín Franklin, la humanidad lo recuerda como uno de los grandes entre los hombres universales de todos los tiempos. Equiparable a Leonardo da Vinci, Franklin poseía una mente capaz de profundizar en filosofía, destacar en política y, en el campo de la ciencia, legar inventos que hicieron avanzar la tecnología, entre ellos la bombilla eléctrica, sin la cual no sabríamos qué hacer hoy en día.

Nuestro país se independizó unos años después que el vecino del Norte bajo la influencia de las mismas ideas ilustradas y un hartazgo similar; sufríamos también el abuso de poder que ejercía una corona europea insaciable e insensible a la realidad de sus colonias.

Así pues, julio, cuando se celebra no sólo la Independencia de Estados Unidos y de algunos países de América del Sur que eran colonias españolas, sino también la Revolución Francesa, es una buena fecha para reflexionar acerca de los derechos inalienables de todos los seres humanos y de todos los pueblos de la tierra.

 

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