Mis novelas

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jueves, julio 27, 2023

EL ARTE DE LEER SEGÚN Lin Yu – T’ang

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Lin Yu-T’ang (1895-1976) nació en China, pero recibió gran parte de su educación en Occidente. Escritor de novelas y de textos no ficcionales, es conocido por piezas que explican la China moderna a los lectores de otras culturas. Respetado profesor, enseñó en la Universidad Nacional de Pekín por varios años. También dirigió la división de Artes de la UNESCO. Sus libros incluyen “Mi país y mi gente” y “La importancia de entender”, de donde he tomado y traducido esta selección, que me encanta citar cuando hablo de por qué leer.

Quien no tiene el hábito de la lectura está aprisionado en su mundo cercano, respecto a tiempo y a espacio. Su vida cae en la rutina; está limitado a tener contacto y conversación con unos pocos amigos y conocidos, y sólo ve lo que sucede en su alrededor inmediato. De tal prisión no hay escape. Pero en el momento que toma un libro, entra en un mundo diferente, y si es un buen libro, se pone en contacto instantáneo con uno de los mejores conversadores del universo, que lo conduce a un país diferente o a un tiempo distinto; lo sumerge en sus sentimientos íntimos, o discute con él algún aspecto de la vida. Si continúa leyendo, comienza a imaginar cómo lucía ese autor y qué tipo de persona era. 

Ser capaz de vivir dos horas de cada doce en un mundo diferente, y llevar los propios pensamientos fuera de los reclamos del presente inmediato es un privilegio envidiado por la gente que permanece encerrada en su prisión corporal. Dicho cambio de entorno es similar a viajar.

Pero hay mucho más que esto. El lector siempre es llevado hacia un mundo de pensamiento y reflexión. Aun si es un libro sobre acciones físicas, hay una diferencia entre ver tales eventos en persona y leer acerca de ellos en los libros, porque entonces los hechos asumen la calidad de espectáculos y el lector deviene un espectador. 

La mejor fórmula para la lectura fue asentada por el poeta Huang Shanki: “Un estudiante que no ha leído nada por tres días, siente que su charla no tiene sabor, y su propia faz se vuelve odiosa en el espejo”.

Trataba de decir que leer da un cierto encanto, que proviene de la esencia de la lectura, y sólo esta clase de lectura puede considerarse un arte. Uno no lee para “mejorar su mente”, pues cuando uno comienza a creer en mejorarla, todo el placer de la lectura se ha ido.  Nadie que lea un libro con el sentido de obligación entenderá el arte de leer. Leer para cultivar el encanto personal y el sabor en el hablar es la única forma admisible de lectura. Ese encanto en la apariencia debe ser interpretado como algo diferente a la belleza física. Lo que Huang quiere decir con “odioso a la vista” no es fealdad física. Hay caras feas que tienen un encanto fascinante y caras bellas que son insípidas.

En cuanto al sabor en el hablar, depende de la manera de leer.  Tener o no ese condimento, depende del método de lectura. Si el lector obtiene el sabor en los libros, lo mostrará en su conversación, y si tiene sabor en la conversación, no tendrá problema para tenerlo también en sus escritos. Considero sabor o condimento como la llave de toda lectura. Es obvio que tal gusto es selectivo e individual, como el gusto por la comida. 

En el leer como en el comer, lo que para uno es un manjar para otro puede ser veneno. Un maestro no puede forzar a sus alumnos a gustar de lo que él prefiere leer, y un padre no puede esperar que sus hijos tengan los mismos gustos que él.  Y si el lector no gusta de lo que lee, está desperdiciando el tiempo. No hay pues, ningún libro que necesariamente deba ser leído. Así nuestros intereses intelectuales crecerán como un árbol y correrán como un río. Si tiene la tierra adecuada, el árbol crecerá; en tanto haya manantiales que lo alimenten, el agua correrá. Cuando el agua tope con una roca, le dará la vuelta; cuando encuentre un placentero valle bajo, se detendrá por un tiempo; cuando se encuentre a sí misma en una hondonada, estará contenta de quedarse ahí; cuando viaje entre rápidos, se apresurará. Luego, sin ningún esfuerzo, es seguro que encontrará el mar algún día.  No hay libros en el mundo que toda la gente deba leer, sólo libros que una persona deba leer en determinado momento, en determinado lugar y bajo determinadas circunstancias y en un periodo dado de su vida. En verdad creo que la lectura, como el matrimonio, está determinada por el destino.  Aun si hay cierto libro que todos deban leer, hay un tiempo para hacerlo. Cuando los pensamientos y la experiencia no han alcanzado cierto punto para una obra maestra, dejará solamente un mal sabor en su paladar. 

¿Cuál es el verdadero arte de leer? La respuesta simple es sólo tomar un libro y leerlo cuando sientas ganas. Para gozarla realmente, la lectura debe ser enteramente espontánea.

Te invito a unirte a alguno de los grupos de lectura que coordino, a los que he titulado “Por el placer de leer”. Escríbeme y te cuento dónde, cuándo y cómo.

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