Se celebra el próximo día 8 el Día Internacional
de la Mujer, una fecha que provoca polémica porque pone en la palestra el tema
de los avances de nuestro género en la lucha por ser reconocidas como iguales a
los hombres en cuanto a derechos y capacidades, avances que a veces parecen
enormes y, otras, apenas unos pequeños pasos.
¿Sería necesario un día conmemorativo si realmente hubiésemos alcanzado
tal estatus? ¿Sigue el machismo dominando hogares y centros de trabajo? ¿Está
ya obsoleta la lucha de las mujeres?
Estas
y otras discusiones se intensificarán en los próximos días; los argumentos del
feminismo, de la igualdad y también los de quienes insisten en la necesidad de
conservar roles ancestrales. Y seguramente no será este año ni esta década
cuando alcancemos acuerdos definitivos… quizá nunca lo hagamos.
Personalmente, amigas, amigos, pertenezco a
quienes sostienen que debemos ser iguales y que falta mucho por hacer para conseguir
que las mujeres seamos vistas y tratadas con la equidad debida, pero también,
que hay avances dignos de ser reconocidos, aunque por desgracia, no para todas.
Pero dejemos por un momento a un lado la discusión, y demos paso a un poco de humor. Para ello desempolvé este poema lúdico, escrito en la primera mitad del siglo que recientemente dejamos atrás… No es muy feminista, al contrario, pero creo que es hora de sonreír… sobre todo, amigas, las que nunca hemos sido tratadas como mercancía. Se titula EL BAZAR DEL DIABLO, y su autor, que firmaba con el seudónimo de Sánchez Filmador, no era, les aseguro, pues tuve el gusto de conocerlo, ningún misógino, por el contrario, creía en la inteligencia de las mujeres mucho más que la mayoría de sus contemporáneos.
Puso el diablo un gran
bazar
de mujeres condenadas,
y al verlas almacenadas
todo el mundo fue a comprar
que esta ocasión fuera una
bobera no aprovecharla,
¡cuántos dieran por hallarla
la mitad de su fortuna!
Yo también fui, quién no acude
a
cita de tal valía,
pero
tanta gente había
que
llegar dentro no pude;
los
hombres, con malos modos,
se
empiezan a impacientar…
-Señores,
no hay que empujar,
¡si
hay mujeres para todos!
Por orden se había llegado
a
donde estaban expuestas,
que
el diablo en cosas como éstas
suele
ser muy ordenado,
lo
cual, aunque había retablos
pidiendo
orden desde afuera,
no
evitaba que allí hubiera
unos
gritos......¡de los diablos!:
-¡yo
por ésta te doy mi alma!
-¡Yo
quiero la güera aquella!
-Señores,
ya voy por ella,
pero
un poquito de calma,
poco
a poco y sin gritar
que
todos pidan, convengo,
que
yo para todos tengo
y
no hay por qué pelear.
-¿Quién las quiere? -pregonaba
el
diablo que las vendía,
y
cada cual le pedía
lo
que mejor le gustaba.
-A ver usted ¿cuál quería? –
dijo
al primero que entró,
y
el pobre se conformó
con
una que sonreía.
-Y usted ¿qué quiere? Ya escucho.
-¡Ay
señor, yo que sea sorda!
-Y
usted ¿qué busca?
-Una gorda
pero
que no coma mucho.
Una chiquita y menuda,
meneadorcita
y graciosa
pide
el cuarto.
-¿Usted qué cosa?
-¡Ay
señor, yo que sea muda!
-Yo
señor, -otro replica-
si
hay guapas ¡qué hemos de hacer!
deme
usted una mujer
y
más que todo... ¡muy rica!
Otro de pocos dispendios,
otro
que sea muy casera
y
hasta hubo quien la pidiera
asegurada
de incendios.
Todos salían encantados
con
la mujer elegida,
pues
que les era cedida
sin
gastos exagerados,
aunque
dio mucho qué hacer
que
más de un arrepentido
diera
todo por perdido
devolviendo
a la mujer.
Ya desesperaba yo,
¡y
era sólo el ciento tres!
cuando
por fin, muy cortés,
el
diablo me preguntó:
-¿Cuál
es para usted más grata?
Yo
dije: -Vamos a ver,
deme
usted una mujer
buena,
bonita y barata.
-¿Buenas, bellas y no caras?-
dijo
el diablo compungido,
-Aún
no las he recibido,
esas,
amigo, son raras.
Salime desesperado
de
no lograr mi deseo,
¡Señores,
pero qué veo!
¡vaya
si soy alocado!
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