¿Por
qué resulta tan chocante para los adultos, a quienes parece irrespetuoso y de
mal gusto el vocabulario de los jóvenes? Las nuevas generaciones están siempre
–como una manera de afirmar su identidad- en busca de nuevos vocablos, o nuevos
significados para palabras viejas. Esto es un proceso natural, dado que el
lenguaje es algo vivo; se transforma a través del tiempo, del lugar, de acuerdo
a las necesidades y usos del grupo humano que lo utilice. Sería muy extraño que
continuásemos usando formas como “plugo a la dueña...”, o el “vosotros”. También nos sonaría raro que un mexicano
utilizara el “che” de los sudamericanos o el “coño” de los españoles.
Tal
transformación lingüística es muchas veces provocada por la necesidad de
expresar algún fenómeno de tipo tecnológico, como los nuevos verbos “faxear”,
“chatear” o la significación de “conectarse” (referida hoy en día a la
internet).
En otro tema, puede obedecer dicha
transformación del lenguaje a asuntos de la esfera sociológica, como la palabra
a la que hoy quiero acercarme: “Mamón”. Hasta el tiempo de mis abuelos un mamón
(utilizado como sustantivo), era un bizcocho –como el panqué Bimbo—, que raramente
faltaba en un hogar, recién horneado y acompañado de una taza de espumante
chocolate.
Para
alguno con más información científica, mamón es también un árbol de la familia
de las sapindáceas y su fruto; una plaga de la vid que chupa sus vástagos.
Reciben el mismo nombre los cañones que nacen a las aves cuando están echando
la pluma.
Usado
como adjetivo, un mamón es cualquier mamífero que todavía se alimenta de leche
materna, o que sigue mamando a una edad mayor de lo normal.
De
esta última acepción, el adjetivo ha vuelto a ser sustantivo en lengua
italiana, para pasar a designar a un estrato de la población –como decía, la
transformación en este caso obedeció a un fenómeno social—. Los sociólogos del viejo continente llaman mammoni a los adultos del sexo
masculino, mayores de 30 años, que se niegan a abandonar la comodidad del hogar
materno. ¿Para qué, si allí su madre los mima y atiende al estilo antiguo,
mientras afuera tienen una o más novias dispuestas al intercambio sexual, pero
no a ser amas de casa tradicionales y mucho menos a limitar su vida profesional
por la maternidad?
En nuestro país –ya desde que los de mi
generación éramos jóvenes—, “mamón” es un adjetivo insultante –antes más que
ahora—, usado para definir, en tan sólo dos sílabas, a alguien petulante,
fanfarrón, que se da más importancia de la que sus méritos respaldan.
¿A
qué se deberá que hoy se use esa palabra tan frecuente y fácilmente? ¿Son los jóvenes (incluyendo a las chicas)
más groseros en su forma de expresarse de lo que fuimos nosotros?
Probablemente
sí, pero no creo que en el caso de esta palabra esa sea la respuesta. Pienso
que se ha generalizado debido a un fenómeno sociológico: tal como entre los
gringos cada vez hay más obesos (en cantidad y en calidad), aquí cada vez hay
más mamones, también en cantidad y en calidad.
Pareciera
ser la “mamonería” un renglón indispensable en el curriculum de un sinfín de
profesionistas de este tiempo; si los escudos de armas de las familias todavía
tuviesen algún sentido, los de estas personas debieran incluir, necesariamente
en latín, lemas como “de sus méritos
sabrás por su propia boca” o “feliz
aquél que logre una cita”. La
mamonería se ha convertido en epidemia peligrosa en muchos sectores de la
población. Por ejemplo, entre funcionarios del gobierno, no importando su nivel
en el escalafón; gerentes y directores de crédito de las instituciones
bancarias; se han contaminado muchos críticos y columnistas, estrellas del
futbol, cine, televisión o compañías disqueras.
No se escapan algunos cineastas y directores de orquesta y por supuesto,
los directivos de las grandes casas editoriales.
Tal
característica es posible gracias al apoyo y el profesionalismo de sus
secretarias y asistentes, quienes salvaguardan con idéntico estilo la mamífera
imagen de sus jefes.
Qué tal si me ayudan en esta nueva tarea
de investigadora lingüística y social, amigos. Les agradeceré que me escriban
para engrosar, con sus valiosas aportaciones, la lista de este creciente sector
de nuestro país.
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