Mis novelas

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miércoles, noviembre 24, 2021

EL LUGAR SIN LÍMITES

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

La necesaria atención a los derechos de los grupos llamados minoritarios (que ya no lo son tanto), es uno de los temas más frecuentes de estos días. Por ello es interesante remitirse a una de las novelas más atrevidas, en su momento, de la literatura latinoamericana.

Se trata de El lugar sin límites, obra indispensable del chileno José Donoso. Ambientada en una pequeña población llamada la Estación de El Olivo, narra la vida de algunos de sus pobladores, dentro y alrededor del burdel del pueblo.

Con pluma exquisita, Donoso define a los personajes típicos del ambiente: un cacique empeñado en mantener al pueblo en el atraso, para su beneficio económico; la dueña del burdel protegida por él, su hija, excelente administradora; Pancho, dedicado a hacer fletes en su camión, quien tiene una relación de atracción/odio por la estrella del burdel, la Manuela, una transgénero. Él/ella es el personaje central de la novela y está descrita con una maestría conmovedora y un gran valor de este autor para tratar el tema en 1966.

El argumento es tan aplicable a cualquier pueblo de la América Latina, que, una década después, Arturo Ripstein la adaptó a la realidad mexicana y la llevó a la pantalla grande.

En mi opinión, una de las raras ocasiones en que la versión cinematográfica no desmerece ante la novela. Hay que resaltar la actuación de Roberto Cobo en el papel de la Manuela, especialmente en una escena hacia el final de la película, donde baila flamenco para Pancho, personificado por Gonzalo Vega.

Esta escena es también estelar en la novela de Donoso. Comparto un fragmento de ella:

El achurado regular, el ordenamiento que situaba al caserío de murallones derruidos, la tendalera de este lugar que las viñas iban a borrar –y esta casa, este pequeño punto donde ellos, juntos, golpeaban la noche como una roca: la Manuela con su vestido incandescente en el centro tiene que divertirlos y matarles el tiempo peligroso y vivo que quería engullirlos, la Manuela enloquecida en la pista: aplaudan. Marcan el ritmo con sus tacos en el suelo de tierra, palmotean las mesas rengas donde vacilan los chonchones. La Cloty cambia el disco.

Pancho, de pronto, se ha callado mirando a la Manuela. A eso que baila allí en el centro, ajado, enloquecido, con la respiración arrítmica, todo cuencas, oquedades, sombras quebradas, eso que se va a morir a pesar de las exclamaciones que lanza, eso increíblemente asqueroso y que increíblemente es fiesta; eso esta bailando para él, él sabe que desea tocarlo y acariciarlo, desea que ese retorcerse no sea sólo allá en el centro sino contra su piel, y Pancho se deja mirar y acariciar desde allá… el viejo maricón que baila para él y él se deja bailar y que ya no da risa porque es como si él, también, estuviera anhelando. Que Octavio no sepa. No se dé cuenta. Que nadie se dé cuenta.

Así sugiere Donoso lo que antes se negaba y que todos sabemos: es muchas veces la inclinación, el deseo, lo que provoca el rechazo a lo que la mente y la sociedad han encasillado como prohibido, como sucio… El maestro chileno de la pluma trata también, en esta novela, la terrible realidad de la violencia contra personas como la Manuela, así como el miedo permanente en que viven.

Les recomiendo mucho este libro y, una vez que lo hayan leído, vean la película de Ripstein, ambas obras valen mucho la pena.

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