Mis novelas

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jueves, junio 16, 2022

LOS ESCRITORES DEL JAPÓN CONTEMPORÁNEO

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

En 1964 el mundo occidental volteó hacia Japón, a quien había tratado de olvidar, quizás por la vergüenza de haber lanzado sobre esa isla las bombas que no sólo destruyeron Hiroshima y Nagasaki, sino que dejaron sobre varias generaciones de japoneses terribles enfermedades.

Ante la estupefacción de muchos, la televisión, los periódicos, mostraban imágenes de una gran potencia, un país que había capitalizado la prohibición de poseer un ejército e invertir en la industria bélica, destinando recursos, energía, creatividad y trabajo a la ciencia, la tecnología, el deporte y las artes.

Además de las divisas y las medallas olímpicas, Japón consiguió entonces que sus escritores fueran traducidos a las lenguas occidentales y, como los científicos y los deportistas, sorprendieran al mundo con su calidad.  Herederos de los relatos, epopeyas o monogatari, así como de los poemas cortos o haiku que tanto maravillaron, junto con sus fascinantes estampas, a nuestros artistas de principios de siglo, el mundo pudo leer a grandes novelistas. 

Los cambios sociales, políticos e ideológicos del Japón de la posguerra, habían dado pie al surgimiento de una nueva generación de escritores. Masuji Ibuse publicó Lluvia negra, de la cual hay una versión cinematográfica. Shintarō Ishihara escribió La tribu del sol y Seicho Matsumoto creó Niebla negra. Aunque de todos ellos hay dos que destacan más aún, se trata de Dazai Osamu y Yukio Mishima.

Entre las obras de Dazai Osamu, podemos mencionar El sol que declina y Ya no humano, las dos en parte autobiográficas, donde critica ásperamente la hipocresía del mundo moderno. Yukio Mishima, gran figura de este periodo, escribió Confesiones de una máscara, El pabellón de oro, El mar de la fertilidad, entre otras. Una hora después de entregar esta última obra al editor, se hizo el seppuku, el suicidio ritual, en protesta por la influencia occidental que no toleraba.

Son todas las mencionadas, obras que transmiten las vivencias y pensamientos propios de un pueblo que ha sufrido enormemente, pero que estaba consciente de sus grandes capacidades. Leyéndolos se percibe la tendencia genética a la filosofía, alimentada por la derrota. Los personajes a que dan vida estos autores son seres que se cuestionan todo el tiempo ante el absurdo de la existencia humana. 

Al redescubrir esos tesoros literarios, la Academia sueca se aprestó, sólo cuatro años más tarde, a otorgar el Premio Nobel de Literatura a un japonés, Kawataba Yasunari, autor de obras como País de nieve, Mil grullas o El maestro de Go, quien alguna vez escribió: Los cedros son tan erguidos, rectos y bellos. Querría que los corazones humanos crecieran de esa manera... 

Casi treinta años más tarde, el Nobel recayó de nuevo en las letras japonesas, esta vez en Kenzaburo Oé, otro autor profundo e inquietante, cuyo estilo revela una gran influencia de los existencialistas franceses. Sus títulos más importantes, como Una cuestión personal, Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura o El grito silencioso giran, en mayor o menor medida, en torno al tema de su hijo discapacitado. 

Hoy, una de las voces que nos habla de la cosmovisión del Japón contemporáneo es Hakuri Murakami, el autor de Tokio Blues y After Dark entre varias novelas. Se le considera, desde hace varios años, un fuerte candidato para el Nobel.

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Soñar...

Mi mayor placer es soñar. Soñar dormida y más, despierta. Dejar volar la imaginación y tratar de convertir esos sueños en palabras.

EL NIÑO BENITO JUÁREZ

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