Un personaje crucial en la historia mexiquense del
siglo XIX es Francisco Modesto de Olaguíbel Martinón, reconocido en su tiempo
como un liberal de una pieza y un patriota incansable. Nació este ilustre ex
gobernador mexiquense en 1806, en la capital de Puebla, de donde era oriunda su
madre; estudió en el Seminario Palafoxiano de esa misma ciudad y en 1827 se
graduó como abogado. Se trasladó después a la ciudad de México, donde trabajó
como profesor de historia. Su cátedra marcó a importantes escritores, como
Manuel Payno y Guillermo Prieto, quien relata en sus memorias esta experiencia:
Alguna vez me introducía en la cátedra de historia
que daba el señor licienciado don Francisco Modesto de Olaguíbel, joven recién
llegado de Puebla, hijo de una de las principales familias de aquel estado y la
rosa de oro y el clavel de púrpura de la elegancia.
Tenía el señor Olaguíbel veintisiete años cuando le
conocí; alto, rubio, de espléndida frente, ojos claros y anteojos de patillas
de oro, manos aristocráticas y casi femeniles, se erguía en la tribuna, su
ademán era correcto y bello, su voz dulcísima y su decir apasionado y
elocuente.[1]
Además de la academia, fue colaborador en del
periódico La Oposición, en el que
expresó abiertamente –con el mismo apasionamiento y elocuencia que lo hacía en
la cátedra— críticas al gobierno que le valieron su primer destierro de la República.
Pero este tozudo y valiente liberal no se dio por vencido; al contrario, al
regresar al país reincidió en sus ataques al gobierno a través de la prensa,
por lo que fue encarcelado varias veces hasta exiliarse nuevamente, de 1839 a
1840.
Si bien tal conducta lo hacía persona non grata para el gobierno conservador,
se convirtió pronto en uno de los miembros más respetados dentro del partido
liberal, por lo que comenzó a actuar no solamente en la prensa, sino de manera
directa en puestos políticos. Era regidor de la ciudad de México cuando apoyó
la rebelión antisantanista de diciembre de 1844, ya como miembro importante del
grupo de Valentín Gómez Farías, que promovía el restablecimiento de la
federación y la reconquista de Texas.
Al triunfar los liberales en la llamada Revolución
de la Ciudadela, en agosto de 1846, llegó al gobierno del Estado de México,
asentado entonces en Tlalpan. De inmediato publicó un decreto derogando las
leyes del centralismo y declarando la vigencia de la Constitución local. El 12 de septiembre trasladó Olaguíbel los
poderes a Toluca, el 19 nombró gobernador suplente al licenciado don José María
Esquivel, el 16 de octubre elevó al gobierno federal una viril protesta en
contra de la disposición que mandaba poner la guardia nacional a las órdenes de
los comandantes militares, y el 24 de ese mes se publicó en esta ciudad, bajo
los auspicios del gobernador, en la Imprenta de Quijano y Gallo, el primer
número del periódico oficial intitulado “EL PORVENIR DEL ESTADO LIBRE Y SOBERANO
DE MÉXICO”.[2]
Las primeras medidas de gobierno de Olaguíbel se
centraron en puntos que denotan no sólo las necesidades urgentes en aquella
época, sino también, las inclinaciones de su personalidad: la honestidad en el
manejo de las finanzas públicas, el impulso a la educación de calidad (ideal
común a los miembros del partido y la logia que lo sustentaba) y la
organización de la guardia nacional, las milicias rurales, así como la del
llamado “contingente de sangre” que se refería a los centros de salud. El
gobernador sabía que la guerra iba a ser, sin remedio, el tema de su
administración, asunto al que no solamente no temía, sino que estaba dispuesto
a atenderlo desde el frente mismo.
[1]
Prieto, Guillermo, “Memorias de mis tiempos”, Universidad Veracruzana, México,
2009, pp. 100
[2]
Gaxiola, Francisco Javier, “Gobernantes del Estado de México.
Múzquiz-Zavala-Olaguíbel” Edición facsimilar de la de 1899 preparada por Mario
Colín. Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, 1975.
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