En días pasados, leyendo las efemérides, me llamó la
atención una que decía: un día como hoy, 17 de agosto de 1945, Indonesia se
declara independiente de los Países Bajos.
Poco sabía yo de ese lejano lugar, más allá de las
atractivas fotografías que algunos viajeros suben en sus redes sociales.
Entonces me puse a investigar un poco para darme una embarradita cultural
acerca de ese archipiélago.
Me enteré que, hoy en día, Indonesia es una república,
gobernada desde 2014 por el presidente Joko Widodo, del Partido Democrático
Indonesio-Lucha, quien obtuvo poco más del 53% de los votos.
Su territorio comprende 17,508 islas. Dicho archipiélago
es el sitio de encuentro de tres grandes placas continentales: la euroasiática,
la indoaustraliana y la del Pacífico. Está habitado por 255 millones de
personas y es el país con más musulmanes en el planeta.
Estas islas han sido codiciadas por potencias coloniales
desde hace muchos siglos; primero, por su riqueza en especias, luego, porque
entre sus recursos naturales cuenta con importantes yacimientos petroleros.
Además, como paso intercontinental y, por su cercanía con China, se ha
constituido a lo largo de los siglos como un bastión estratégico.
Ya desde el siglo IV a. C., los isleños eran increíbles
navegantes y practicaban el comercio. Por influencia de la cultura china,
aprendieron a cultivar el arroz y comenzaron a fundar ciudades y pequeños
reinos.
También los indios influyeron en su desarrollo, de ello
da testimonio Borodudur, el monumento budista más grande del mundo.
Desde luego, no se puede pensar en el comercio de la
antigüedad sin suponer que, desde el inicio de la era musulmana, los
comerciantes de Medio Oriente llegaban a Indonesia y fueron llevando hacia allá
su nueva fe, la cual permeó poco a poco entre la población. Y cuando los reyes europeos
comenzaron a enviar navegantes en busca de rutas alternas para obtener
especias, sedas y maderas de Oriente, los holandeses y los portugueses llegaron
a Indonesia, convirtiéndola en objeto de su ambición. Unos y otros terminaron
haciéndose de colonias en el archipiélago; los portugueses legaron unas cuantas
palabras en el vocabulario, varios nombres de familia que aún perviven y una
comunidad cristiana que todavía existe.
Los holandeses, a través de la Compañía Neerlandesa de
las Indias Orientales, fundada en el siglo XVI, realizaron una conquista enfocada
a la explotación de las especias, convirtiéndose en un gobierno discriminador,
conformado por dos clases de ciudadanos: los dominadores europeos y los nativos
que trabajaban para ellos sin posibilidad de salir de la pobreza.
Como colonia holandesa, Indonesia sufrió el destino de su
metrópoli: guerras contra Francia e Inglaterra que le cambiaban de dueño y,
también, el apetito colonizador de Japón en el siglo XX.
Durante la Segunda Guerra Mundial, cansados del yugo
holandés, los indonesios se engañaron pensando que con Japón les iría mejor, y
recibieron con alegría al ejército nipón. Sin embargo, también de estos
invasores recibieron actos autoritarios, violación de derechos humanos,
desapariciones y torturas.
Al perder Japón la guerra, Indonesia cayó en una larga
inestabilidad: los holandeses, portugueses y nacionalistas de diversos tintes
políticos, convertían el país en un caos. Desde luego, las grandes potencias
tenían la lupa sobre este importante enclave que no escapó a la Guerra Fría.
Los países capitalistas apoyaban a los enemigos del comunismo que, por lógica
vecindad con China, se expandía y cobraba fuerza.
Así pues, el conflicto desembocó en una dictadura militar
denominada El Nuevo Orden, apoyada por Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia.
En 1999, la isla de Timor Oriental, patrocinada por la
ONU, decidió separarse de Indonesia. Para llegar a ello tuvo que sufrir, en los
años 70, una política de genocidio y una gran masacre a manos del ejército
indonesio que utilizó gas napalm contra la selva y las aldeas donde suponía que
se ocultaban los insurgentes.
En el siglo XXI Islandia se ha ido democratizando
gradualmente y ha salido de la gran crisis financiera en que cayó a finales de
los años 90.
Esperemos que siga el progreso en Islandia…
Bueno, todo esto que les cuento es sólo una probada… vale
la pena asomarse a la azarosa historia de este archipiélago con rincones
paradisíacos.
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