Estamos ya en las
últimas semanas de la primavera. El verano nos llegará pronto y con él, las
tardes lluviosas en que no dan ganas de salir ni a la esquina… Es lindo ver llover,
pero sin mojarse, como dice la sabiduría popular. Y qué mejor manera de complementar este
espectáculo, bien resguardados, que escuchando música.
El calendario nos
sugiere dos autores muy distintos para este mes de junio: Un mexicano enorme:
Carlos Chávez, autor de más de ciento cincuenta obras musicales con las que
engrandeció a nuestro país.
Carlos Antonio de
Padua Chávez y Ramírez, hombre poco común, nació un 13 de junio, en el último
año del convulsionado siglo XIX. Su
familia contaba historias que la hacían especial: el abuelo, José María Chávez,
había sido gobernador de Aguascalientes y, debido a su filiación liberal, ejecutado
durante el Imperio de Maximiliano. El padre de quien sería un incansable
creador musical, era uno de esos sabios inventores; su diseño de una máquina de
arado se fabricó y utilizó en los campos de los Estados Unidos de
Norteamérica. Agustín Chávez murió a
temprana edad, dejando huérfano al pequeño Carlos Antonio, de solamente tres
años. Pero legándole esos genes creativos que el chico aplicaría al arte.
Desde niño,
Carlos comenzó a estudiar piano, primero con su hermano y luego con maestros de
la talla de Asunción Parra y Manuel Ponce. Pero no sólo de música lo nutrían en
casa; también de ideas liberales y nacionalistas y de amor por lo nuestro, por
las raíces indígenas de la cultura mexicana.
Con ello se gestaba un futuro director y compositor de obras como la
conocida Sinfonía India, que utiliza instrumentos de percusión yaquis.
Además de
prolífico autor de sinfonías, conciertos, suites, sonatas y melodías, Chávez
fue maestro y director del Conservatorio nacional de Música, formando a
importantes creadores e intérpretes entre los que se encuentra, por ejemplo,
José Pablo Moncayo, el autor del conocido Huapango.
Y otro de sus
grandes legados a la riqueza cultural de nuestro país, fue la fundación, en
1947, de la Orquesta Sinfónica Nacional, a la que llevó a muchos rincones de
nuestro territorio y del extranjero, para dar renombre y gloria a la música
mexicana.
De tiempos más
cercanos, originario de otro país, y autor de otros géneros musicales, pero
también digno de escuchar y recordar en estos días, es el norteamericano Henri
Mancini, fallecido un 14 de junio de 1994, cuyo nombre exacto era Enrico Nicola
Mancini, pues, aunque naciera en Cleveland provenía de una familia italiana.
Mancini se especializó en escribir temas musicales para el cine, de ésos que se
quedan en la memoria y nos hacen tararearlos por días. ¿A quién no le ha pasado
algo así con el tema de la Pantera Rosa o la canción Moon River de la película
Desayuno con diamantes? Por ambas obras,
este músico obtuvo sendos Óscares. Es suya también la adaptación musical para
la obra Víctor Victoria.
Bueno, amigos,
pues a disfrutar de las obras de Carlos Chávez durante las tardes lluviosas. Son
tantas y tan bellas, que no nos alcanzará esta temporada… También de las
películas ya clásicas, musicalizadas por Henri Mancini. Y si se animan a salir, no se pierdan el
placer de escuchar a nuestra orquesta sinfónica, la OSEM, a la Filarmónica
Mexiquense, así como a la dinámica y propositiva Orquesta Filarmónica de
Toluca. Siempre es la mejor experiencia
disfrutar de la música en vivo, mirando a los ejecutantes.
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