¿Por qué se puso el
nombre de Plaza Garibaldi a ese lugar famosísimo, ubicado en el corazón de la
Ciudad de México, visita obligada para los turistas, a dónde acuden los jóvenes
enamorados en busca de un grupo de músicos para llevar serenata, o a ahogar su
despecho en tequila, en ponche de granada o toritos, oyendo canciones de ardido
en el Salón Tenampa o en otro de los bares tradicionales de ese lugar?
Pocos nos hemos hecho esa
pregunta, formulada en estos días por un amigo italiano, a quien intriga que el
héroe de la unidad de su patria se honre en este sitio que, aparentemente, nada
tendría qué ver con él. La respuesta sorprenderá
a muchos.
Resulta que la Plaza
Garibaldi no lleva ese nombre en honor del legendario Giuseppe Garibaldi, héroe
del Risorgimento italiano, incansable
guerrillero que luchó también en América del Sur, al frente de la Legión
Italiana que contribuyó, en 1846, a la Independencia uruguaya. Para entonces,
Giuseppe ya había pertenecido al movimiento Giovine
Italia, fundado por Giuseppe Mazzini, que fracasó en el intento de liberar
a su país del yugo austriaco, en 1834. A causa de esta derrota, Garibaldi se
exiló primeramente en Brasil, donde conoció a Ana Ribeiro da Silva, “Anita”,
quien sería por años su compañera de armas, esposa y madre de cuatro de sus
hijos.
De Sudamérica, Giuseppe
volvió a Europa para ponerse a las órdenes del Papa Pío IX, quien comenzó su reinado
eclesiástico con un sello marcadamente liberal y fue un gran apoyo para el
movimiento de unidad de los estados italianos, por entonces divididos en varios
reinos, muchos de ellos sojuzgados por las grandes potencias de la época.
La suerte se acercó y se
alejó varias veces del incansable y tenaz Garibaldi, quien consiguió,
finalmente, al frente de sus legendarios Cacciatori
delle Alpi, la unidad de Italia, entregando la corona de esta nación a
Vittorio Emmanuelle, monarca constitucional.
Esta época crucial en la
historia italiana, es el tema de la novela El Gatopardo, de Giuseppe Tomasi de
Lampedusa, que fue llevada al cine con Burt Lancaster, Gina Lollobrigida y
Alain Delon en los papeles estelares. Un clásico de la literatura y también del
cine.
Un nieto del ídolo
italiano, heredero no sólo del nombre: Giuseppe Garibaldi, sino también de la
pasión revolucionaria, luchó, con el grado de teniente coronel, en las filas de
Pancho Villa. Su destacada actuación en la batalla de Nuevo Casas Grandes, le
dio fama entre las filas villistas. De ahí que se decidiese inmortalizar su
nombre bautizando con él la plaza que hasta entonces se llamara Pila de la
Habana. Parece ser que poco después de la gloria militar, Garibaldi cayó de la
gracia de Villa, quien quizás se sintió opacado por el italiano, y lo echó de
sus filas después de la batalla de Juárez, en 1911; pero no pudo evitar que
pasara a la historia.
El nombre de Plaza
Garibaldi se ha extendido por el territorio de los Estados Unidos. En casi
todas las ciudades donde las colonias mexicanas son numerosas, existen
restaurantes y bares con dicho apelativo, en donde se pueden degustar platillos
mexicanos, beber tequila y escuchar música de mariachi.
Finalmente, el nieto del
héroe italiano se convirtió en figura emblemática, relacionada con la fiesta
más que con la lucha. ¿Pero no fue nuestra Revolución, en muchos momentos, una
celebración mitad trágica, mitad gozosa, en esa dualidad tan mexicana?
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