Entramos ya, amigos, al ciclo de
festividades que hemos dado en llamar “Puente Guadalupe-Reyes”. Desde el 12 de
diciembre no paramos de fiestas tradicionales –casi todas de origen religioso—.
Comeremos muchos antojitos: tostadas, buñuelos, pozole, mientras entonamos las
Posadas. Disfrutaremos del bacalao, el revoltijo a base de romeritos, pavo y
ensalada navideña, sin faltar los deliciosos turrones. Para terminar el puente,
nos reuniremos con familiares y amigos alrededor de una rosca de reyes,
acompañada de espumoso chocolate caliente. ¡Qué rico!
Luego, la vida volverá a la
normalidad. Los niños guardarán sus juguetes nuevos, para volver a clases. Los
adultos estaremos de nuevo en el trabajo y, más de uno, tendremos entre
nuestros propósitos urgentes recuperar la línea… es decir, de vuelta a la
lechuga y el pollo asado… Pero nos quedará
el buen sabor de boca, la satisfacción de haber convivido con seres queridos y
estaremos motivados a comenzar un nuevo año con mucha energía.
Hoy quiero compartir con
ustedes los vuelos de mi imaginación a propósito de los Reyes Magos, estos
seres legendarios que, cuenta la tradición, viajaron desde Oriente, guiados por
una estrella, para conocer a un gran rey, el Mesías esperado por los judíos.
Hace ya muchos años, en mi primera
novela “Con una sola mirada tuya”, reviví esta escena, relatada por una niña
que pudo ser testigo de aquellos acontecimientos:
Los hombres volvieron del templo llenos de excitación.
En el pueblo se rumoraba que llegarían unos gentiles, ricamente ataviados y
viajando con gran escolta. Eran originarios de Oriente y se encontraban en
Jerusalén. Se decía que eran tan
importantes que el propio rey Herodes los hospedó en su palacio.
Horas más tarde, cuando la extraña estrella se
colocó nuevamente sobre la casa, llegó efectivamente una gran caravana. Mis
primos y yo atisbábamos boquiabiertos por la ventana. ¡Ni en sueños hubiese
podido imaginar tal espectáculo! Grandes animales que yo desconocía, cubiertos
con telas bordadas en oro y plata, llevaban sobre sus lomos bultos igualmente
decorados. Tres de aquellas bestias cargaban una especie de tiendas, con no
menos adornos. Caminaban delante de cada una, hombres de oscura tez, llevando las
riendas de los animales. Me acerqué al oído de mamá y le pregunté en secreto:
-¿Es alguno de ésos el rey Salomón del que me
has hablado?
-¡No
hija! -exclamó riendo-. Salomón murió hace ya cientos de años.
-Entonces ¿quienes son?- pregunté con voz
cada vez más fuerte.
Ella llevó el dedo a sus labios pidiéndome
silencio. Entonces, uno de los hombres que venía a pie, se acercó a la puerta y
preguntó por el dueño de la casa. Tío Natán salió, y el hombre le dijo:
-Mi amo el jeque Melchor, y sus amigos, los
jeques Gaspar y Baltasar, solicitan permiso para entrar en tu casa a hablar
contigo.
-Mi puerta está siempre abierta a los
viajeros-, contestó mi tío, visiblemente nervioso-, siempre que estén
dispuestos a respetar nuestras costumbres.
El hombre hizo una seña a sus compañeros y
los animales se arrodillaron lentamente. Se abrieron los cortinajes y salieron
de cada una de las tiendas los mencionados jeques. Solamente ellos tres y su
intérprete entraron en la casa, el resto de la caravana permaneció afuera.
Mi tío les ofreció asiento inmediatamente, y
tía Esther sirvió vino y puso sobre la mesa frutas secas, aceitunas, pan y
queso.
Melchor ordenó al intérprete comenzar a
hablar, para explicar el motivo de su visita.
-Los jeques Melchor, Gaspar y Baltasar son
hombres muy sabios, dedicados a estudiar la luna y las estrellas. Han realizado
este largo viaje desde el Oriente, siguiendo a la estrella nova que actualmente
se encuentra sobre tu casa. Esta estrella ha tenido un comportamiento diferente
al pronosticado según sus estudios, despertando en ellos mayor interés. Desean
estar lo más cerca posible de ella cuando haga explosión y se produzca la
"lluvia de estrellas". Como éste es el lugar exacto bajo el astro de
acuerdo a sus cálculos, los jeques solicitan tu permiso para instalar su
campamento aquí, al lado de tu casa. Por supuesto se comprometen a no causarte
inconvenientes, salvo el movimiento de su grupo de esclavos y animales.
Tío Natán permaneció pensativo un rato,
halándose la barba. Antes de responder buscó los ojos de mi padre como pidiendo
su opinión. Papá se acercó a él, aconsejándole que preguntase cuánto tiempo
calculaban permanecer allí. El esclavo
respondió al instante:
-Mi amo piensa que la estrella no durará más
de dos o tres noches.
-Di a tu amo que mi familia y yo estaremos
honrados con su presencia- expresó entonces tío Natán- y cualquier cosa que
necesiten no titubeen en pedirla.
Quizás
fue exactamente así… ¿no creen amigos? Pero si alguno tiene otra versión de la
historia, no dejen de compartirla conmigo…
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