Mis novelas

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jueves, agosto 31, 2023

EDGAR ALLAN POE

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Hablemos hoy de uno de los más grandes escritores de la historia: Edgar Poe, originario de Boston, donde nació en 1809. Edgar tomaría más tarde el apellido Allan en agradecimiento a su padre adoptivo, pues el matrimonio Poe murió cuando Edgar y sus hermanos eran pequeños.

Con los nuevos padres, Edgar vivió por un tiempo en Chelsea, Inglaterra y luego volvió a los Estados Unidos. El ambiente inglés y esa infancia y adolescencia marcadas por pérdidas y mudanzas, influyeron no solamente en su personalidad retraída y taciturna, sino en la temática de su obra literaria, poblada de historias y personajes inquietantes y terroríficos.

Sus numerosas obras comenzaron a publicarse desde 1827, es decir, cuando Poe era todavía un autor muy joven. Su obra incluye poesía, cuentos y ensayos, notorios por su perfección técnica que puede medirse matemáticamente.

A poco tiempo de cumplir cuarenta años, víctima del alcoholismo, alejado de la gente por su comportamiento errático y, seguramente, acosado por visiones y pesadillas, murió en Nueva York este genio de la literatura, legándonos una obra inigualable. Alrededor de su muerte, como en sus cuentos, se teje una serie de misterios. Algunos la achacan al alcoholismo; otros aseguran que fue asesinado. Hay quienes dicen que se le encontró en la calle, inconsciente, frente a un hospital de Baltimore, ignorándose cómo o por qué llegó hasta aquella ciudad.

En donde fuera su primera tumba, se colocó una piedra con la inscripción: Quoth the raven, nevemore, en alusión a su poema El cuervo, quizás la obra con la que más se identifica a este escritor.

Aunque al traducirlo, pierde la exactitud matemática, el poema conserva la magia que eriza la piel. Aquí algunos fragmentos:

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,

mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,

inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,

cabeceando, casi dormido,

oyóse de súbito un leve golpe,

como si suavemente tocaran,

tocaran a la puerta de mi cuarto.

"Es -dije musitando- un visitante

tocando quedo a la puerta de mi cuarto.

Eso es todo, y nada más."

 

Y el crujir triste, vago, escalofriante

de la seda de las cortinas rojas

llenábame de fantásticos terrores

jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,

acallando el latido de mi corazón,

vuelvo a repetir:

"Es un visitante a la puerta de mi cuarto

queriendo entrar. Algún visitante

que a deshora a mi cuarto quiere entrar.

Eso es todo, y nada más."

 

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,

y ya sin titubeos:

"Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro,

mas el caso es que, adormilado

cuando vinisteis a tocar quedamente,

tan quedo vinisteis a llamar,

a llamar a la puerta de mi cuarto,

que apenas pude creer que os oía."

Y entonces abrí de par en par la puerta:

Oscuridad, y nada más.

 

Escrutando hondo en aquella negrura

permanecí largo rato, atónito, temeroso,

dudando, soñando sueños que ningún mortal

se haya atrevido jamás a soñar.

Mas en el silencio insondable la quietud callaba,

y la única palabra ahí proferida

era el balbuceo de un nombre: "¿Leonora?"

Lo pronuncié en un susurro, y el eco

lo devolvió en un murmullo: "¡Leonora!"

Apenas esto fue, y nada más.

 

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,

toda mi alma abrasándose dentro de mí,

no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.

"Ciertamente -me dije-, ciertamente

algo sucede en la reja de mi ventana.

Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,

y así penetrar pueda en el misterio.

Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,

y así penetrar pueda en el misterio."

¡Es el viento, y nada más!

 

De un golpe abrí la puerta, y con suave batir de alas, entró

un majestuoso cuervo

de los santos días idos.

Sin asomos de reverencia,

ni un instante quedo;

y con aires de gran señor o de gran dama

fue a posarse en el busto de Palas,

sobre el dintel de mi puerta.

Posado, inmóvil, y nada más.

 

Entonces, este pájaro de ébano

cambió mis tristes fantasías en una sonrisa

con el grave y severo decoro

del aspecto de que se revestía.

"Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-.

no serás un cobarde.

hórrido cuervo vetusto y amenazador.

Evadido de la ribera nocturna.

¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!"

Y el Cuervo dijo: "Nunca más."

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Soñar...

Mi mayor placer es soñar. Soñar dormida y más, despierta. Dejar volar la imaginación y tratar de convertir esos sueños en palabras.

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