Mis novelas

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jueves, febrero 08, 2024

LA LUNA

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Desde los tiempos en que los hombres vivían en las cavernas, la Luna, ese astro que parece superar en tamaño a todos los demás astros de la noche, ha sido inspiración para el arte y la ciencia, para la magia y la superstición. En todas las creencias y religiones antiguas, se le identifica con deidades femeninas, diosas ligadas al amor, a la maternidad, a la vida misma. Por ejemplo, en la filosofía China es la esencia del principio femenino de la naturaleza, lo pasivo y transitorio, pero también la inmortalidad. Para la religión budista es paz, serenidad, belleza. La Luna llena y la nueva indican tiempos de fortaleza del poder espiritual. También es símbolo de unidad o del yo. La Luna y las aguas, juntas, representan la naturaleza no obstructiva. Entre los taoístas, la Luna es la verdad absoluta y el ser sobrenatural. Para los hindúes, la media Luna representa al recién nacido impaciente por crecer. Los egipcios la consideran hacedora de la eternidad y creadora de la duración eterna. En la concepción Islámica, representa la medida del tiempo. La media Luna representa la divinidad y la soberanía. Constituye el símbolo del Islam y una muestra clara es su representación en las banderas de todos los países islámicos. En muchos lugares de África encarna al tiempo y la muerte; algunas tribus la asocian con los árboles, y en otras significa una deidad masculina. Se relaciona con la palmera y el maíz en Sudamérica y, en Norteamérica, con un árbol. Allá en las tribus del Norte de nuestro continente, la Luna llena se asemeja con la luz del Gran Espíritu, y en algunas tribus representa un poder maligno. Entre los esquimales, la Luna es quien envía la nieve.

Dentro de la iconografía cristiana, La Luna es la morada del arcángel Gabriel, la seguridad y pureza.

Existen algunas culturas donde este satélite no es un ente femenino, por ejemplo, para los antiguos japoneses, la Luna es de carácter masculino. Entre los maoríes, es el dios padre. En Oceanía es también masculina y simboliza la eterna juventud. En la concepción sumerio-semita, se le conoce como el dios masculino de la sabiduría y el medidor del tiempo. En el antiguo mundo teutón, la Luna se asociaba al poder divino masculino.

No faltan en el imaginario colectivo las creencias del poder mágico de la Luna para dar vida a seres terribles como los hombres lobos, las brujas y otros engendros de la noche. Tampoco las teorías pseudocientíficas del influjo de las fases del satélite sobre plantas, animales y los humanos, su salud y comportamiento. Y esto no se ha enterrado con el polvo de los tiempos: conozco personas jóvenes que aseguran enloquecer cuando hay Luna llena y deprimirse hasta la neurosis durante las noches negras de la Luna nueva.

Pero más allá de nuestras creencias, nadie puede negar el atractivo de este cuerpo celeste, ni el placer de contemplarla.  No se requiere ser un artista, casi lunático, para sentir fascinación por la Luna.

 El pasado 25 de enero pudimos apreciar la primera Luna llena del año, llamada Luna de Lobo por la tradición india de América del Norte. Esas culturas originarias, pendientes de la naturaleza, sabían que en el invierno los lobos estaban especialmente activos y aullaban más durante las noches frías que en la estación cálida, pues la comida es más escasa y la demanda calórica, mayor.

Al adentrarnos en el invierno, la Luna se encuentra en posición opuesta al Sol, desde la perspectiva de la Tierra, permitiendo que su cara visible esté completamente iluminada, y revela claramente sus cráteres y mares.

Espero que hayan disfrutado esa Luna de lobo, y que sigan pendientes del cielo y sus bellezas durante todo el año.

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