Mis novelas

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jueves, febrero 01, 2024

LA CASA DE SAN ISIDRO

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Hace algún tiempo, de visita en Madrid, ciudad natal de San Isidro, dediqué una jornada para seguir el rastro de ese santo.

Allá, a miles de kilómetros de Metepec, sede del “Paseo de los Locos” y de los bellísimos retablos de semilla en honor de San Isidro, en aquella ciudad cosmopolita, una de las grandes capitales del mundo occidental, se conserva aún la devoción al humilde santo.

En uno de los rincones más antiguos de la metrópoli –fundada a mediados del siglo IX bajo el nombre árabe Magerit, por el emir cordobés Muhammed— está el conjunto formado por las plazas de San Andrés, de los Carros y de la Paja, sitio clave de la vida cotidiana allá por el siglo XI. Dentro de los restos del antiguo palacio de los Condes de Paredes, se construyó un hermoso museo, dedicado a San Isidro. Cuenta la tradición que en esa casa vivió y murió Isidro, humilde campesino, con su esposa María, como siervos de Iván de Vargas, un rico señor. A través de pinturas, esculturas, maquetas, un jardín botánico y el pozo antiguo, sede de uno de los milagros famosos del santo, la imaginación del visitante se motiva para llevarlo a tiempos remotísimos, cuando una finca agrícola era posible en el corazón de Madrid.

En la pequeña comunidad corrían rumores sobre la bondad y la piedad de la pareja de siervos, y el halo de mágica santidad que los rodeaba. El propio Iván de Vargas tenía en gran estima a sus virtuosos servidores, y había sido testigo y beneficiario de algún milagro. Entre estos hechos sobrenaturales, cinco han pasado a la historia, a través de la tradición oral, el Códice de Juan Diácono, las “aleluyas” y el arca en la cual reposaron sus restos por varios años. El más conocido ocurrió un día en que algunos envidiosos –nunca han faltado— fueron con el señor de Vargas a acusar a Isidro de pasar más tiempo rezando que trabajando en el campo. Don Iván fue a supervisar, y se encontró, efectivamente, a Isidro rezando, pero el trabajo no estaba desatendido: un ángel conducía en su lugar la yunta que araba la parcela correspondiente. Se dice que Iván de Vargas cayó de rodillas, en oración. Así lo expresan varias de las pinturas que conforman el acervo del museo. 

El visitante puede disfrutar también de ilustraciones que recuerdan otros milagros y sucesos de la vida del santo. Se le ve alimentando a las palomas, con parte del trigo recién cosechado; el milagro de la resurrección del burro, atacado por lobos; la salvación de su hijo caído al pozo, haciendo subir las aguas del mismo hasta sacarlo por flotación; el cruce milagroso de Santa María de la Cabeza (esposa de San Isidro), salvando las aguas crecidas del río Jarama sobre su mantilla.

El pozo está ahí, a la mitad de la casa. Es, junto con la capilla situada en lo que fueran las habitaciones de los santos, la principal atracción del museo.  Pero resulta igualmente fascinante el pequeño jardín botánico arqueológico, en donde se cultivan especies contemporáneas al santo, algunas traídas a España por los moros, como el láudano y el albaricoquero; otras europeas, como la higuera. 

Colinda el recinto con la antiquísima iglesia de San Andrés, en cuyo cementerio, en una sencilla fosa, permaneció enterrado el cuerpo de Isidro por cerca de cuatrocientos años. Al exhumarlo, lo hallaron intacto. Entonces se solicitó su beatificación. San Isidro fue canonizado en 1622. 

Una vez canonizado, los restos del siervo dejaron atrás el humilde destino que lo había caracterizado en vida, y durante sus primeros siglos de reposo eterno. Desde 1769 fueron trasladados, en pomposa procesión, junto con los de su esposa, a un sitio de más categoría. Hoy se encuentran en un arca de plata, donada por los plateros de Madrid, en la Catedral de San Isidro, parte de la Real Colegiata de San Isidro, escuela jesuita en donde estudió el propio Rey Juan Carlos.

Seguramente el espíritu del humilde labrador prefiere acercarse al pozo, al jardín, a la iglesia de San Andrés de la que fue feligrés, o presidir las fiestas de Metepec, celebradas en su honor.

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