Mis novelas

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viernes, febrero 16, 2024

QUIÉN TUVIERA UN MAX PERKINS

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Hace algún tiempo amigos, vi en la TV la película Genius, que en español se tituló Pasión por las letras, cuyo tema es la relación entre el escritor norteamericano Thomas Wolfe, autor de novelas clásicas como El ángel que nos mira y El niño perdido y su editor, Maxwell Perkins, de la Editorial Scribner, famoso por haber descubierto y publicado a grandes plumas como Hemingway y Fitzgerald, además del mencionado Wolfe.

La historia está muy bien ambientada en esos años críticos para Estados Unidos y retrata la vida de la ciudad de Nueva York y sus suburbios, como aquel donde se encontraba la amplia residencia de la familia Perkins.

Para quienes vivimos en el mundo de las letras, esta cinta es un soplo de esperanza: nos hace revivir el deseo de encontrar –si es que todavía existe alguno—al editor inteligente, al verdadero colega que se ve a sí mismo como un buscador incansable de nuevos talentos; la pieza que, incorporada junto con el autor, hará de la obra una nave espacial sin límites, una obra capaz de albergar a millones de lectores de todos los tiempos y llevarlos hasta donde la imaginación y la fascinación lo permitan.

¿Cuántos Max Perkins quedarán por ahí, perdidos entre la sobrepoblada y canibalesca selva editorial, llena de seres con mente pequeñita que sólo buscan la venta fácil? Ésos a quienes las grandes corporaciones-vende-objetos-de-palabras les dan inmerecidamente el título de “editores” cuando son una especie de ejecutivos de cuenta cuyo único móvil es alcanzar las metas de ventas que les fija su Gran hermano para no perder la chamba. Escupidores de frases pre-hechas y ajenas al verdadero arte de la literatura como: su obra no es comercial, no hay nicho de mercado para ese tema, el mercado no está demandando obras complejas…

Quedan así fuera del universo de esos pseudo editores las obras que impliquen alguna propuesta audaz, las que se refieran a personajes históricos que no sean “políticamente adecuados”. Bajo esos criterios, las grandes obras de la literatura universal no habrían visto la luz. El consuelo para quienes hemos sufrido alguna vez ese tipo de incomprensión es echar un vistazo a emblemáticas anécdotas como éstas:

La editorial Losada rechazó la novela "La hojarasca" del escritor colombiano Gabriel García Márquez (Premio Nobel de Literatura 1982). En la nota de rechazo se le recomendaba al escritor dedicarse a cualquier otro oficio diferente a escribir.

La novela "Rebelión en la granja" de George Orwell, fue rechaza por varias editoriales. Una de estas escribió al autor: "Es imposible vender historias de animales en los Estados Unidos".

La escritora británica Agatha Christie vio sus manuscritos rechazados por más de 4 años. Hoy en día sus libros han vendido centenares de millones de copias en decenas de idiomas. Solo Shakespeare ha vendido más libros.

La novela del escritor argentino Ernesto Sábato "El túnel" fue rechazada por todos los editores de Buenos Aires. Solo tras aparecer en la Revista Sur y llegar a las manos del escritor Albert Camus, quien la elogió, la novela obtuvo su merecido éxito.

La novela "Lolita" de Vladimir Nabokov, fue rechaza por casi una decena de editoriales que veían poco viable su venta tanto por lo obscena de la novela como por la polémica que podría afectar a las propias editoriales.

Doce editoriales rechazaron el manuscrito de la primera parte de "Harry Potter" de J.K. Rowling. ¿Quién quiere leer historias de brujas? Le dijeron. Hoy en día se estima que la saga de Harry Potter ha vendido más de 400 millones de libros mundialmente.

El manuscrito del "Diario de Ana Frank" fue rechazado 15 veces. Una editorial escribió: "Esta chica no parece tener una percepción o sentimiento en especial que pudiera producir interés en el libro"…mismo que ha vendido más de 25 millones de copias.

El libro de cuentos "Dublineses" del escritor irlandés James Joyce fue rechazado por 22 editoriales.

Éstas y otras historias en que el éxito sobrevino después de muchos portazos, son tónicos anti-depresión que los escritores no debemos olvidar… Y desde luego, amigos, no dejen de ver la película Genius y rogar a sus espíritus benefactores porque aparezca en nuestras vidas un Max Perkins.

 

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