Mis novelas

Mis novelas
Mis novelas

sábado, diciembre 03, 2022

GENGIS KAN

-->
DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Un conquistador legendario, temido en el mundo oriental y, en su tiempo, ignorado en occidente, fue el unificador de las tribus de Mongolia: Gengis Kan.  

Precoz político y guerrero, comenzó a hacerse de aliados para emprender su carrera político-militar a los 13 años de edad, tres años después de que su padre fuera asesinado por los tártaros, quienes robaron la riqueza a la familia, dejándola en la indigencia. El rencor, el deseo de venganza, alimentaron el alma del genial chico, cuyo verdadero nombre era Temüjin, que significa: el acero más fino.  Y fino era, en verdad, su instinto guerrero y su capacidad de organización; enormes, su ambición y astucia.

Temüjin aprovechó bien las luchas entre los diversos clanes que componían la sociedad feudal del Asia central y fue sumando a los más fuertes bajo su liderazgo.  En el año 1206 se llevó a cabo formalmente, en una reunión histórica a orillas del río Onon, la alianza de las tribus que, desde entonces, comenzaron a llamarse “mongoles” y proclamaron a Temüjin como su jefe máximo, rebautizándolo como Gengis Kan, que significa “océano”, es decir, un poder universal.

Gengis Kan fue el creador de las invencibles “hordas mongólicas”; imprimiendo entrenamiento y disciplina, dio forma a la tradición guerrera de los mongoles, convirtiéndolos en una verdadera máquina de guerra. Se componía este ejército de varios regimientos, dividido en unidades decimales, fundamentalmente de caballería que, gracias a la introducción del estribo y al dominio de un arco pequeño pero bien tensado, disparaban flechas silbantes, rápidas, sin disminuir el ritmo de la cabalgata.  Tanto los caballos como los soldados estaban bien alimentados, equipados para los distintos climas y habían pasado por un intenso entrenamiento. 

Los ejércitos marchaban, pues, con todo lo necesario para no llegar debilitados al lugar de la batalla. Se alimentaban de yogurt, mijo y leche de yegua fermentada. Los acompañaban ingenieros militares y, delante de las tropas, iba una avanzada de espías a recabar información acerca del enemigo y a esparcir rumores acerca de la ferocidad de los mongoles, haciendo cundir el pánico anticipado.

Unidos, pues, bajo su poder y meticulosa organización todos los mongoles, Gengis Kan mantuvo la cohesión poniendo frente a ellos a un enemigo y una ambición común: China, llena de sabiduría y riqueza, que trataba de protegerse de las hordas mongólicas con su enorme muralla.  

A pesar de todas estas aparentes ventajas, Gengis Kan y sus hordas penetraron el imperio chino hasta Pekín en 1214. Su nieto, Kublai Kan, heredero del talento y del poder del abuelo, terminó la conquista de China, convirtiéndose en uno de los más importantes emperadores de ese imperio para entonces enorme. En la corte de Kublai Kan estuvo Marco Polo, el mercader veneciano que traería a occidente los relatos acerca de la cultura de aquel imponente reinado.

En estos tiempos, a varios siglos de distancia de aquella era gloriosa para los mongoles, el país que conserva su nombre comprende poco más de un millón y medio de kilómetros cuadrados, sin salida al mar, entre los cuales se cuentan todo tipo de ecosistemas: una parte del desierto de Gobi, estepas y los montes Altai, con sus altísimas cumbres nevadas. Después de los kanes, Mongolia ha sido conquistada y oprimida por China y por la URSS, ha pasado por gobiernos coloniales y comunistas y hoy, bajo un régimen democrático, busca un lugar en el concierto mundial de naciones y trata de sembrar entre sus habitantes, muchos de ellos todavía semi-nómadas, sentimientos de identidad y orgullo nacional recordándoles la fuerza de Gengis Kan. Curiosamente, más de un tercio de esos casi tres mil millones de habitantes comparten los genes de aquel legendario caudillo que engendró miles de hijos, pues siempre tenía un momento para solazarse con alguna de sus treinta y seis esposas oficiales o de sus cientos de concubinas. 


No hay comentarios.:

Soñar...

Mi mayor placer es soñar. Soñar dormida y más, despierta. Dejar volar la imaginación y tratar de convertir esos sueños en palabras.

EL NIÑO BENITO JUÁREZ

--> DE LIBROS Y OTROS PLACERES Un personaje que no debemos olvidar, por su importantísimo legado a la formación de este país, es...