Hablar
acerca de Juan, el Bautista, santo católico cuya fiesta se celebra el 24 de
junio, implica, desde el punto de vista histórico, hablar acerca de los
esenios, de los que hasta hace algunos años se tenía poquísima información.
Los
esenios fueron una secta religiosa que surgió en Judea en tiempos de los
Macabeos, la dinastía hebrea que liberó a su país del yugo helénico para caer,
casi un siglo después, bajo el poderoso imperio romano.
Este
grupo enarbolaba el ideal de volver a la doctrina primigenia de los haside, es
decir, los piadosos, aquellos que no se habían contaminado con las costumbres
decadentes de los griegos. Algunas congregaciones llegaban a extremos
fundamentalistas y vivían aislados, practicando la limpieza absoluta en cuanto
a alimentación, y también el celibato. Otras, más permisivas, habitaban en las
ciudades y pueblos, mezcladas con el resto de la población, pero acudiendo a
las sesiones del grupo, donde se les instruía. Debían pasar pruebas antes de
ser admitidos definitivamente, a través de un bautismo ritual de inmersión, tal
como describe el Evangelio el bautismo de Jesús a manos de su primo Juan, el
predicador del desierto.
Durante
mucho tiempo, los esenios fueron sólo conocidos por las referencias de autores
antiguos, como Plinio el Viejo, Flavio Josefo, Filón, Dión Crisóstomo, Hipólito
de Ostia y Epifanio de Constancia. Pero hoy se sabe mucho más de ellos, gracias
al descubrimiento, en 1947, de los Manuscritos del Mar Muerto o Rollos de
Qumrán (llamados así por hallarse los primeros rollos en una gruta situada en
Qumrán, a orillas del mar Muerto). Estos
son una colección de casi 800 escritos de origen judío, escritos en hebreo y
arameo por integrantes de la congregación judía de los esenios, y encontrados
en once grutas en los escarpados alrededores del mar Muerto. Contienen algunos de los libros del Antiguo
Testamento, estudiados desde el punto de vista de la filosofía esenia. Además, hablan de un “Maestro de Justicia” y
sus enseñanzas.
Una
derivación de los esenios, fueron los “zelotas”, grupos nacionalistas que
despreciaban el gobierno y la cultura impuestas por los romanos, pero habían
incluido dentro de sus creencias la justificación de la guerra de guerrillas
para limpiar su tierra de esa mala influencia.
Es
comúnmente aceptada la hipótesis de que Juan el Bautista, quien quedó huérfano
durante la niñez, se crio dentro de una comunidad esenia y salió de ella para
predicar y bautizar a nuevos seguidores en las aguas del Jordán. Su discurso en
contra de los fariseos y saduceos no estaba exento del tinte incendiario propio
de los zelotas, aunque no tenemos certeza de que perteneciera exactamente a uno
u otro grupo. Es de suponerse que, si
Jesús acudió a recibir el bautismo a manos de ese primo, no se tratara de una
especie de guerrillero, pues el discurso pacifista de Jesús de Nazaret habría
sido contrario a tal corriente.
Existen
líneas de investigación histórica que todavía esperan respuestas y que no
siempre estarán en armonía con la llamada Historia Sagrada. Hay incluso quienes
afirman que el propio Jesucristo era un esenio, y dice Renan, uno de los
historiadores más reconocidos en esta línea que "el cristianismo fue en
gran medida el esenismo triunfante".
Lo
que es cierto es que Juan, el santo del desierto, fue una de las devociones más
difundidas por los primeros evangelizadores de las colonias españolas, pues
constituía el símbolo de la conversión a la nueva fe a través del bautismo. Por
ello no hay pueblo en este país y en toda la América Latina donde no se celebre
en grande su fiesta.
1 comentario:
Excelente novedad libresca, Bertha; resulta muy interesante, lo buscaré para leerlo...
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