Uno
de los personajes más atractivos de la Historia Universal es sin duda
Cleopatra, la mítica reina de Egipto. Última gobernante de uno de los imperios
más notables de la humanidad, esta faraona por cuyas venas no corría sangre
egipcia, tuvo una vida llena de altibajos.
Cleopatra
(CLEOPATRA FILOPATOR NEA THEA) fue hija de Ptolomeo XII (PTOLOMEO NEOS DIONYSO
AULETTES) y de Cleopatra V (CLEOPATRA V TRIFENA I). Descendía de una familia de
faraones, la Lágida, que no tenía origen en Egipto sino en Macedonia, Grecia y
que gobernó desde el año 305 a.C. hasta el año 30 a.C. El fundador de esta
dinastía fue Ptolomeo I Soter, uno de los generales de Alejandro Magno.
A
diferencia de las dinastías faraónicas anteriores, cuyas capitales habían sido
ciudades del alto Egipto o de la zona meridional en la ribera del Nilo, los
Ptolomeos gobernaron desde Alejandría, establecida como capital por Alejandro y
que se había convertido en el centro de comercio más importante de Egipto
debido a su puerto ubicado sobre el Mediterráneo y el Nilo. También fue una de
las ciudades cruciales en el aspecto intelectual y artístico. Allí Ptolomeo I
mandó construir la biblioteca más grande de aquel tiempo, que tendría la mayor
cantidad de volúmenes de escritos históricos y que sería utilizada por los
grandes filósofos, médicos y sabios de la época.
Este
acervo era valorado y utilizado por la princesa, quien desde niña destacó por
su inteligencia y su interés en la cultura. Se dice que hablaba y escribía con
fluidez por lo menos siete lenguas, además de estar empapada de la historia de
su país. Aunque respetaban los cultos egipcios, los Ptolomeos conservaron la
cultura y el idioma griego, y solo Cleopatra VII Filópator se identificó con su
pueblo y habló el idioma egipcio.
También
desde muy joven aprendió que el poder viene siempre acompañado de lo peor del
ser humano: la traición, la crueldad, el crimen, aun el que pasa por alto lazos
de sangre. Era una adolescente cuando tuvo que exiliarse a raíz del golpe de
estado que, contra su padre, cometió su hermana apoyada por la madre de ambas.
Una
vez muertos hermana y padre, aplicó la astucia para volver a Alejandría de
incógnito y obtener el apoyo de Julio César, el romano, quien estaba hospedado
en el palacio real egipcio. Casi todos hemos visto una o varias veces a
Elizabeth Taylor en la gran pantalla, encarnando a esa famosa reina,
interpretar magistralmente la legendaria escena en que ella se ofrece a César
envuelta en una alfombra. Así lo narran los historiadores romanos Plutarco y
Seutonio.
Fruto
del tiempo en que Julio César permaneció a su lado fue su hijo, Ptolomeo César,
conocido en Roma como Cesarión, quien pudo haber sido, de acuerdo con los
planes de Cleopatra, heredero de un poder incalculable, al unir Egipto y Roma
bajo un solo cetro. Pero la historia daría giros y pondría obstáculos para tan
altas ambiciones.
Les
contaré más sobre esta reina, sus amores y descendientes la próxima semana,
amigos… mientras tanto, pueden acercarse a mi novela Volver a Roma, en la que
Cleopatra es personaje importante.
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