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jueves, febrero 17, 2022

CLEOPATRA (1era. Parte)

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DE LIBROS Y OTROS PLACERES

Uno de los personajes más atractivos de la Historia Universal es sin duda Cleopatra, la mítica reina de Egipto. Última gobernante de uno de los imperios más notables de la humanidad, esta faraona por cuyas venas no corría sangre egipcia, tuvo una vida llena de altibajos.

Cleopatra (CLEOPATRA FILOPATOR NEA THEA) fue hija de Ptolomeo XII (PTOLOMEO NEOS DIONYSO AULETTES) y de Cleopatra V (CLEOPATRA V TRIFENA I). Descendía de una familia de faraones, la Lágida, que no tenía origen en Egipto sino en Macedonia, Grecia y que gobernó desde el año 305 a.C. hasta el año 30 a.C. El fundador de esta dinastía fue Ptolomeo I Soter, uno de los generales de Alejandro Magno.

A diferencia de las dinastías faraónicas anteriores, cuyas capitales habían sido ciudades del alto Egipto o de la zona meridional en la ribera del Nilo, los Ptolomeos gobernaron desde Alejandría, establecida como capital por Alejandro y que se había convertido en el centro de comercio más importante de Egipto debido a su puerto ubicado sobre el Mediterráneo y el Nilo. También fue una de las ciudades cruciales en el aspecto intelectual y artístico. Allí Ptolomeo I mandó construir la biblioteca más grande de aquel tiempo, que tendría la mayor cantidad de volúmenes de escritos históricos y que sería utilizada por los grandes filósofos, médicos y sabios de la época.

Este acervo era valorado y utilizado por la princesa, quien desde niña destacó por su inteligencia y su interés en la cultura. Se dice que hablaba y escribía con fluidez por lo menos siete lenguas, además de estar empapada de la historia de su país. Aunque respetaban los cultos egipcios, los Ptolomeos conservaron la cultura y el idioma griego, y solo Cleopatra VII Filópator se identificó con su pueblo y habló el idioma egipcio.

También desde muy joven aprendió que el poder viene siempre acompañado de lo peor del ser humano: la traición, la crueldad, el crimen, aun el que pasa por alto lazos de sangre. Era una adolescente cuando tuvo que exiliarse a raíz del golpe de estado que, contra su padre, cometió su hermana apoyada por la madre de ambas.

Una vez muertos hermana y padre, aplicó la astucia para volver a Alejandría de incógnito y obtener el apoyo de Julio César, el romano, quien estaba hospedado en el palacio real egipcio. Casi todos hemos visto una o varias veces a Elizabeth Taylor en la gran pantalla, encarnando a esa famosa reina, interpretar magistralmente la legendaria escena en que ella se ofrece a César envuelta en una alfombra. Así lo narran los historiadores romanos Plutarco y Seutonio.

Fruto del tiempo en que Julio César permaneció a su lado fue su hijo, Ptolomeo César, conocido en Roma como Cesarión, quien pudo haber sido, de acuerdo con los planes de Cleopatra, heredero de un poder incalculable, al unir Egipto y Roma bajo un solo cetro. Pero la historia daría giros y pondría obstáculos para tan altas ambiciones.

Les contaré más sobre esta reina, sus amores y descendientes la próxima semana, amigos… mientras tanto, pueden acercarse a mi novela Volver a Roma, en la que Cleopatra es personaje importante.

 

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